lunes, 29 de octubre de 2012

El cielo o el infierno, una de dos.


Amigos. Amistad. Aprecio. Cariño. Cosas especiales. Ganarse el cielo. O quizás el mismísimo infierno. Cruzar la línea sin darte cuenta. Meterte en arenas movedizas sin poder dar marcha atrás. Cuando las cosas vienen rodadas, ya no puedes decir que no. Sin querer. Una cosa lleva a la otra. Pum. Ahora ya lo tengo. De la forma más espontánea. Inocente. Simple. Con sonrisa. Con emoción e ilusión. 

¿Dónde esta el límite y cómo se hasta dónde puedo/debo cruzarlo? 

Chungo. Difícil. Miedo. Expectativa. Secreto. Curiosidad. Imaginar mil y una vez ese momento. Saber que puede ser una despedida. Un hasta luego. O un hasta siempre. Ahora ya está. Lo hecho, hecho está. Sólo queda esperar. 

A ver que pasa. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Ángel.

Después de 13 años, por fin, he sabido en primera persona, qué pasó. Ahora resulta que un simple, pequeño y blandito saco de cemento, en la esquina más apartada del lugar, evitó que mi cabeza no chocara contra el suelo. Cuestión de milímetros, diría yo. Suerte. Puñetera suerte fue aquello. En serio. Ni vírgenes, ni dioses, ni milagros. Puñetera casualidad y suerte. Pero suerte de la buena. 

¿Tú sabes esas personas que sin tan siquiera conocerlas sientes que tienes un vínculo especial con ellas? No te acuerdas casi de su cara, ni de su voz, pero cuando la ves, te emocionas. Y no es que sólo sea porque yo soy una llorona y de lágrima fácil, sino porque; ¿quién no se emocionaría al ver a la primera persona que te salvó la vida?


Ángel. Él fue mi héroe. Él, una manguera y una lavadora. Y hoy, ahora, en este momento, trece años después, me lo cuenta. 

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ansiedad ajena.

Respiración intranquila, descordinada, ansiosa, estresada y nerviosa. Así estaba Marta aquella tarde en que casi a la fuerza, la obligué a tomarse un Frappé de caramelo. Es imposible que teniendo tantas cosas en la cabeza, concilie el sueño de forma satisfactoria. A pesar de parecer que pasa de todo, estar ausente en muchos momentos y callada hasta niveles insospechados, su cabeza da mil vueltas. Y eso, hay que descargarlo. Y si es con cara enfurruñada y chocante, asumiré ese riesgo.

Porque ser realista no significa privarse de las alegrías y entusiasmos que te da la vida. 
No significa no expresar tus sueños y anhelos. 
No significa dejar de ser idealista cuando estás gritando en silencio que lo que te esta sucediendo es genial.

Muchas veces le digo a Marta que ser tan poco emocional en momentos como estos, te priva de vivir y sentir sensaciones extraordinarias. Que gritar, alegrarse, emocionarse es lo que hace que disfrutes de cada situación por la que pasas. 
¿Y es que sabéis qué? Incluso sentir miedo es bueno. Te proporciona una adrenalina que en ocasiones, es increíblemente placentera.


Y que el hielo se derrita.