domingo, 18 de febrero de 2007

Momento eterno.

Cuando te despiertas un día y todo parece tan inventado, rodeada de ese paraíso en medio de la naturaleza y lejos de la civilización en una casa donde las palmeras, la arena y el mar son tus únicos acompañantes.

Un lugar donde puedes ver los mayores amaneceres nunca conocidos y las atardeceres bajo la luna saliente en medio del cielo con sus estrellas ayudantes que la rodean y la cortejan cada noche. Escuchas la brisa del mar que choca contra las rocas y llegas a palpar la arena blanca y brillante bajo tus pies.

A tu lado, esas ruinas de antepasados desconocidos que vivieron allí durante años y siglos, en pasados muy remotos, alejados de todo ser viviente que pudiera destrozar aquel paisaje precioso.

Me encontraba allí, perdida, mirando al mar desde la más alta roca desde donde se veían las zonas claras del agua. A lo lejos, una pequeña playa de arena blanca y diminutos peces verdes nadando alrededor tuyo como si de un sueño se tratara.

No era una ilusión, estaba allí, el sol me topaba en la cara y me sentía la persona más libre del universo, el ambiente sabía a liberación y hubiese permanecido allí, perdida, toda mi vida.

Nunca podré olvidar aquél momento ni aquél lugar, nunca.

Volveré.