viernes, 29 de abril de 2011

Yo bien, ¿y tú?

¿Las conversaciones cortas, estrechas, profundas, curiosas y hasta inquietas, asustan?

jueves, 28 de abril de 2011

Degustando el paladar.

Profundizando en uno mismo.

El otro día, para matar mi curiosidad de por qué no había sabido de ella en estas últimas semanas, al final llamé a Marta. La noté algo fastidiosa. Cómo quejiga de la vida. Floja. Cómo aturdida de todo. En fin, rara raríssima.
Parece que últimamente está teniendo más tiempo de lo habitual y le está dando más vueltas al tarro de lo que debería. Yo siempre le he dicho que eso no es bueno, que pensar, reflexionar y recapacitar es una de las peores cosas que uno mismo puede hacer para pasar el rato. Mujer!, que hay muchas cosas qué disfrutar!
Al final, después de insistirle una y otra vez, me dijo que hay veces en que no le gusta ser como es. Ay caray!, a nadie nos gusta ser como somos! o al menos, nadie está contento con uno mismo. Nunca. Pero ella decía que menos, que sí que es verdad que con el tiempo ha cambiado algo, que ha aprendido a controlar según qué reacciones y que más o menos puede sobrellevarlo.

Seguía sin entenderla. Yo siempre he conocido a la Marta correcta, entusiasta, alegre, sonriente y valiente. Ésa que se atreve a todo y que hace reír al más desconsolado. Y ésta desprendía cobardía hasta por las orejas. Quizás había sido el tiempo de los últimos días, tan lluvioso y gris que angustia a cualquiera. En eso nos parecemos ambas. Ya veis, la meteorología de la vida, que nos afecta.
Le dije que no quería verle así. Menos mal que Marta me conoce y sabe como soy; en el momento que abrí la boca para animarla, cualquiera hubiera dicho que estaba enfadada. ¡Que no! que he hablado de ello un millón de veces, lo mío no es hablar calmado y silencioso, ya lo sabéis. Aún y así, escuché su voz un poquito decaída. De la risa profunda, nada de nada. Muy migrañosa toda ella.

Traerla a dar mi paseo habitual dónde yo suelo hacer eso de "encontrarse a una misma" por mi recorrido particular, no era posible esta vez así que se le ocurrió tomarse unos días, coger carretera y manta al sonido de la música, sentarse cerca de un lago bajo la sombra de un árbol y leer un libro, escribir en su pequeña libreta y mirar al horizonte. Tenía que cambiar un poco esa rutina adquirida y darse unos lujitos. Masaje por aquí, bañito por allá, alegrar el paladar y los sentidos.

De vez en cuando todos deberíamos tomarnos un rato para mirar(nos) desde fuera, perdernos y volver a encontrarnos. Igual así nos pareceríamos un poco más a Marta. Igual nos daríamos cuenta que incluso los mas fuertes, también decaen. Que los miedos y la cobardía nos llegan a todos. A ver que os pensabais.

Pero tranquilos, que de todo se sale. Que todo pasa.

:)

domingo, 24 de abril de 2011

#elchiste.

Vale, ok, esto va a ser corto.
Estos días mi casa de Molins parece un chiste.
Veréis.
"Esto es un mexicano, una catalana, y un valenciano ....."
Sí, sí, ya se...no os resulta gracioso, pero a mi me lo parece. Esto de que en esta casa estén conviviendo 2 mexicanos, 2 catalanas y un valenciano y que a pesar de discutir acerca de cómo mata Sant Jordi al dragón; a pesar de decirle directamente y sin contemplaciones a un valenciano que su forma de hablar no es un idioma y que me suena feo; y a pesar de llevar a un mexicano durante 7 horas al museo de la ciencia y no morir en el intento.... parece que aquí hay calma, buen ambiente y buenas conversaciones. Sonrisas, risas, silencios, películas que gustan y programas que nos parecen graciosos (porque sí, después de no se ni cuánto tiempo ya, en Molins, vuelve a verse la tele. Curiosamente, ahora que Aaron venía, a alguien se le ocurrió comprar una de esas antenas portátiles. Y sí, la tele volvió. Eso sí, sin antena3 y sin tele5. Lista de canales televisivos que muchos querrían en sus casas. Sobretodo mi tío. Pero claro, a mi tía no creo que le hiciera mucha gracia. La tele sin t5, no es la tele.)

En fin, que están siendo buenos días, que del jetlag ya ni me acuerdo, que los paseos por la Barcelona que a mi me gusta están siendo estupendos. Enseñar Barcelona a mi manera a alguien que no conoce esta ciudad, creo que no se me da nada mal. Ya se sabe por aquí que tengo una extraña adoración por el gótico, el born y el raval. Y nada como transmitirlo.

¿Y sabéis lo mejor de todo?
Que momentos como todos estos, no me los quita nadie. Nada como hablar en catalán durante más de 15 minutos con un indio, casado con una catalana mientras haces cola para entrar al museo con un mexicano. Nada como dormir una siesta al sol en los bancos de la Plaça de la ciència, dentro de un museo, con Aaron pegado a mi cabeza y roncando como un machote. Nada como llegar a casa y encontrarme a Montserrat y Jaume en plena partida de monopoly con mis primos (partida que yo llevo atrasando desde tiempos inmemoriales).

Jaume mola.
Montserrat obviamente mola.
Gera mas.
Y Aaron...., bueno, Aaron es el amigo de Gera más chido. Creo que hoy ha sido el día que más tiempo he pasado con él desde que nos conocemos y no ha ido tan mal. Al menos, aún no está llorando. Y sabéis qué.... creo que voy a presentarle a Marta, que por cierto, hace días que no me llama.

miércoles, 20 de abril de 2011

#viajefinaldecarrera

Después de hoy, puedo decir que la Clara ha creado una resistencia al jetlag. Eso sí, me he levantado a las 12 de la mañana.
En fin, un balance general. Bien, ha estado bien. Sus más y sus menos. Momentos magníficos, eso sí, pero he descubierto algo, no me gusta viajar en grupo y mucho menos en grupos grandes. Y nosotros éramos 63. A mi me va más eso de las cortas y pequeñas distancias en una conversación en grupos reducidos, porque luego, intentar conversar y relacionarse con chiquicientosmil, nunca sale bien. Por todo lo demás, genial.

El viaje de final de carrera ya se ha terminado, ha acabado, pasó, y se esfumó sin casi darme cuenta.
Eso sí, tengo que decir que mi tercera visita a México no ha sido sólo para tener un tercer sello en mi pasaporte, sino porque esta vez ha sido una manera más, y diferente a las anteriores, de visitar tierras mexicanas y debo reconocer que me quedo con las anteriores veces. Creo que prefiero la aventura y lo inesperado, la desesperación del qué puede pasar y la inseguridad de cómo vas a afrontar situaciones concretas; la vergüenza de pedir un taxi y regatear el precio de vuelta, porque sí, en México todo se regatea, al menos, si vas de visitante.
En fin, que eso de tenerlo todo hecho, que absolutamente todo te lo hagan, te lo den, te lo pongan, te lo quiten, que tengas a tu servicio autobuses que te pasean de allí para aquí, que todo esté programado y que te miren como a un cebo del que se puede chupar la mayor cantidad de dinero, no mola mucho. A mi me va más el plan mochileo.

Y vale, sí, el macroresort del hotel Gran Palladium era impresionante, todo hay que decirlo y la pulserita es lo más. Me encanta eso de salir de cualquier restaurante haciendo un "sinpa" sin que te persigan, poder ir a cualquier barra y pedir lo que se te antoje en ese preciso momento o cambiar tu toalla por una nueva, limpia, planchada y calentita sin necesidad de poner una lavadora. Qué queréis, a lo bueno, todo el mundo se acostumbra rápido.

Ahora, de nuevo por aquí, con mil historias, mil fotografías, mil recuerdos, mil instantes y mil canciones que cada vez que lleguen a mi oído, de forma súbita e inesperada, me transportaran por un momento a las playas caribeñas de la riviera maya.
Porque un final de carrera, pasa, se esfuma, se evapora, y con el tiempo se desvanece, pero nunca, nunca, nunca se olvida.





martes, 5 de abril de 2011

#findevasco.

Unas plantillas para los pies eran el motivo principal por el que la señorita curiosa salía ese viernes de buena mañana hacia el aeropuerto de Barcelona dirección Bilbao. Eran las 5 de la mañana cuando el HTC empezaba a bailar al son del odioso despertador de todas las mañanas.
En ese preciso momento odié una y mil veces no haberme gastado 30 euros más para salir dos horas después. Es lo que tienen los vuelos baratos, que para ahorrar, hay que madrugar.

Todo bien, llegué a la terminal 1, me bajé del coche, despedí a mi madre, le di las gracias por acompañarme y entré al aeropuerto. Diez minutos después me di cuenta que llevaba sus llaves en el bolsillo de mi chaqueta, pero ya era demasiado tarde. Yo ya estaba esperando en la cola del control de seguridad y ella ya había casi llegado a casa. Ahí me di cuenta de lo que siempre me dice, que soy un puñetero desastre. Y te preguntarás que ahora por qué?; bien..., pues antes de ir hacia el aeropuerto, al salir de mi casa, bajar con el ascensor y mochila en mano, la Clara se había dejado los billetes encima de la mesa. Ese era el motivo por el que tenía sus llaves.

En fin; en el aeropuerto, poca relevancia..., igual un par de cosas destacables.... la cantidad de personas que les da por viajar a las 7 de la mañana en tiempos de crisis me parece absolutamente impresionante (eso es que no viajo mucho, ya ves) y lo otro.... se ve que siempre, siempre, siempre, sea por lo que sea, sea cuando sea y toque donde me toque ir, a la Clara siempre tiene la suerte de que su puerta de embarque es la que está más lejos, a la que no se puede llegar con cintas mecánicas y la que está menos indicada. Suerte la mía.

Y allí llegué. Me esperaban en el aeropuerto, con la sonrisa de siempre y bañado de azul. Un fin de semana por tierras del norte genial. Mirador en acantilados, playa de Laga, juegos con Nora y Erik por colchones en el suelo, baños en el mar cantábrico a principios de abril, bailes típicos, paella "a la vasca", hamburguesas en el bar del pueblo, paseos, excursiones con lluvia, niebla que da miedo por Orduña, baños en balneario de agua salada, fotos en la moto, paseos por la gran vía y pinchos en el casco viejo. Vamos, todo un #findevasco sensacional.

A Marta voy a tener que contarle que hay amistades infinitas que son realmente curiosas. Que hay hombros que se prestan solos y que hay manos que estrechan las tuyas cuando hace falta. Que hay abrazos que resucitan a un muerto y que hay conversaciones que sientan como una brisa primaveral de abril.



Fantástico.
Siempre dije que el norte me sentaba bien.




Eso sí, nunca dejes que un par de vascos te reten. Aunque sean dos pequeñajos.