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domingo, 30 de diciembre de 2012

Curiosidades que matan.

Marta los había conocido en un momento, por lo menos, divertido. Vestida de rojos y con un corazón en sus manos, conversaba a la suave luz del gintonic. La curiosidad empapó el ambiente, las miradas se cruzaron, y lo amable llevó a lo divertido y lo divertido a lo complaciente. 

La mente era como la suya, abierta, madura, de gran espectro, despejada y libre. Sin prejuicios y totalmente sensata y clara. O eso parecía. Lo había pasado bien. Amistades pasadas, conocidos de nuevo y patatas bravas con vodka a las 4 de la mañana. Y sobretodo, morbo. Y atracción. Mucha atracción. 

Y el rato pasó, y la noche, y los días y el juego parecía haberse apoderado de la situación. Abierta a nuevas experiencias y a matar curiosidades varias, pensaba que seguir el hilo daría una complicidad totalmente amistosa. Poco a poco, le pareció oír. Poco a poco le dijeron. Poco a poco, tenía que ir la historia. Sin forzar, sin preparar, totalmente espontáneo. Los curiosos como Marta es lo que tienen, de repente se encuentran en instantes de lo más extraños, en lugares de lo más singulares y compartiendo mesa y libros con dos conocidamente desconocidos que preparaban te y desayunaban muffins de chocolate rellenos de yogurt de buena mañana.

Y esa vez, había estado bien. Con toques graciosos, eso sí. No podía ser de otra forma. Las primeras veces siempre deben ser así. Y aunque Marta no estaba totalmente concienciada, se sintió cómoda. A gusto. Habían aceptado la negativa y las medias seguían en su lugar. Mientras el agua caliente caía sobre sus hombros, era imposible abandonar el shock que le invadía la mente. Y después de un "mañana más", se fue. Todo aquello había sido muy nuevo para ella. Y tenía ganas de más.


Y el mañana, jamás llegó. Confiaba que no habían habido problemas. Que lo que ella había hablado, estaba claro, que no habían habido malos entendidos ni recelos de por medio. Ni dudas, ni celos, ni pensamientos equívocos. Sin problemas. Y que si los había habido, que fueran igual de claros que ella era. Que se lo dijeran, que se lo contaran y tan amigos. Pero no, lo mejor fue tratarla como si no estuviera, no hablarle, no preguntarle, no hacerle partícipe de lo que había pasado. Ignorarla. Si habían habido jaleos, confusiones o mosqueos, no importaba. Iba a entenderlo. Un "no ha pasado nada", en ese momento, no colaba. Para nada. Eran personas distintas a las del día anterior. Nada que ver. Absolutamente nada. Calladas. Austeras, serias y totalmente moderadas. Ni intercambio de miradas, ni complicidad. Nudo en la garganta. 

Le habían hecho pasar uno de los peores ratos en mucho tiempo. Y no se merecía algo así. Marta va de buenas, es mucho mejor que todo eso. Y pasa por esa situación una vez. No más. El truco está en la palabra. Hablar. Compartir conversaciones. La claridad y la transparencia, sin duda, son la clave. ¿Pero es que sabéis qué? Al fin y al cabo, ellos se lo perdían.

martes, 5 de junio de 2012

El secreto de la mecánica del tiempo.

¿Sabíais que existen relojes que funcionan sin pila? Porque yo no. Ni yo, ni tres personas más a las que casualmente he preguntado. Sabía de los relojes solares, sí, pero nada de que un reloj de pulsera funcionara con tan solo las pulsaciones de tu muñeca. Pero claro...., qué pasa si llevas el reloj puesto y el pulso se te acelera? ¿Aumenta la velocidad? ¿Hace que el tiempo corra más deprisa? Obviamente, nada de eso sucede, pero sería gracioso. Todo funciona a través del movimiento.
O yo soy una inculta de los relojes, o es que solo unos cuantos entendidos en el tema conocen el verdadero secreto de la mecánica relojera. Y no hace falta ser suizo para eso. Mira tú por donde.

Aunque la falta de sonrisa siempre me frena bastante, todo es arrancar. Y con un vasito de agua, parece que todo entra mejor. Los buenos ratos acompañados de una siesta con un ojo abierto, me gustan. Disfruto de esos momentos con luz tenue a media tarde con tanta intensidad que parece que siempre es la última vez. Si alguien dijo que el mundo iba a terminar este año, pues que se termine. Que no quede.

21 rubíes. 21 puntos exactos de mecánica que necesitan de un material inalterable, irrompible, irrayable, que no se altera bajo calor, ni bajo frío. Punto de fusión, demasiado alto. Duro, muy duro. Curiosamente características que coinciden exactamente. Posiblemente sea casualidad. Los relojes automáticos, sorprendentemente, así funcionan. 

Señores, deleitémonos de las risas, de lo sublime y de lo no tanto. Del katymolongo, de la cocacolas con hielo y del tiempo entre colegas. 
El tiempo. Sí. Marta siempre dice que por muchos relojes que uno tenga, de pila, automáticos, solares o electrónicos, si no se posee un poquito del tiempo necesario para disfrutar, no sirve para nada.

sábado, 21 de abril de 2012

Instantes de Marta.

Eran las 10 de la mañana. El sol ya alumbraba y el suave cantar de los pájaros formaba una melodía digna de la mejor sinfonía que se pudiera escuchar en ese preciso momento. La ciudad amanecía y desde el verde primaveral de Villa Borghese, Marta saludaba toda esa inmensidad que tenía a sus pies. Hubiese deseado que ese instante perdurara durante siglos.

El olor a tierra mojada de la tormenta de mayo del día anterior, había dejado un aroma sutil pero tan intenso a la vez que incluso a esas horas, aún se percibía. A lo lejos, se veían calles ordenadas de la forma más caótica posible, pero que desprendían una melancolía inevitable. En la ciudad eterna, parece que el tiempo la atraviesa con mucha lentitud. Acumula claramente una especie de escepticismo de siglos en todos sus escenarios pero mantiene la luminosa viveza mediterránea. 
Marta siempre dice que allí, la Mamma del restaurante más escondido del Trastevere, al fondo a la izquierda de la calle principal, es la que te hace la mejor pasta en su punto y la pizza más estupenda del mundo; esas de las que disfrutas sobre un emblemático mantel a cuadros rojos y blanco con una tenue luz nocturna. 


A pesar del desorden desequilibrado y absurdo característico, sin duda, alguna vez, Marta me ha contado que en esa ciudad, los lugares e instantes mágicos, abundan; los encuentras sin buscarlos y francamente, me parece algo muy curioso, sorprendente y extraordinario. 



sábado, 10 de diciembre de 2011

Barcelona huele a Navidad.

Vamos a levantarnos un día de puente, le dije a Marta.
Hacía frío y amanecía algo nublado pero con ganas de brillar el sol. Me apetecía ir a pasear por la ciudad. Sí, yo sola. Tampoco necesito a nadie para recorrer mis ya conocidas calles de Barcelona. Pero siempre hay alguien que se apunta. Me encanta.

La ciudad estaba magnífica. Mucho ambiente navideño, mucho gentío, muchas idas y venidas y muy buena atmósfera. Todas las diminutas y escondidas tiendas de las calles del gótico medieval despiertan en mi gran curiosidad. Desde vestidos de los más inverosímiles hasta pomos de puertas de mil colores y formas. Ahí sí que puedes encontrar muchíssimas maneras de abrir puertas. Magnífico. Luces tenues, leves y sutiles que proporcionan un entorno muy acogedor. Me gustan esas tiendas. Banys nous, carrer de la boquería, carrer del call o plaça de Santa Maria del pi. Calles con encanto.

Y encontrarme casi por casualidad con un par de conocidos y enseñarles la ciudad con mis ojos. Mostrarles que una jabonería al lado de Sant Felip Neri puede proporcionarte olores de ensueño de la forma más especial, que la plaza es un secreto escondido y que adentrárse entre el barullo de la rambla te muestra un increíble rojo pasión con sus flores de pascua de estas fechaso. Y luego, caminar y compartir un chocolate a la taza en una muy buena compañía, buena conversación y complicidad absoluta. 

Pero ahí no acababa el día, aún me quedaba descubrir lugares nuevos. Y quién mejor para mostrármelos que el mejor guía de la ciudad que jamás he conocido. Lo curioso es que él no es de aquí pero te quedas boquiabierta cuando te lleva y te cuenta todo acerca de Barcelona. Una vinoteca. Creo que nunca había estado en una vinoteca. Zona d'Ombra. Así se llamaba. Ubicada en el carrer Sant domènec del call, 12. casualmente cerca de la tetería de la que ya os he hablado en otras ocasiones. 

Tanta cantidad de vinos que ni siquiera me dio tiempo a memorizar un par de nombres. Pero mi inigualable compañía parecía ser todo un experto en enología. Inigualable. Y caminar hasta el born, y perdernos buscando un lugar para cenar. Y una vez más la sorpresa fue mía al toparnos con el carrer de les Ases. Un Bar de tapas de lo más original. Una vez más, me sorprendo de  sitios escondidos. Gavinet. Nos ofrece una gran variedad de tapas, ensaladas, embutidos y tablas de quesos de primerísima calidad, todo acompañado de los mejores vinos catalanes. 

Y así acababa mi espléndido día, mi ruta de nuevos descubrimientos, en la mejor compañía posible y de la mejor forma. Creo que la próxima vez le diré a Marta que me acompañe, a ver si así, ella también se enamora de la ciudad como yo.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Cuando unas galletas de chocolate te hacen pasar una estupenda tarde.

Subes a un bus que supones que te va a llevar a un lugar donde has estado antes pero que siempre has llegado en transporte particular y con poca luz del día. Digo supones porque ir hasta esa parte de la ciudad siempre es todo una odisea. Nunca sabes si es para una dirección o para la otra y teniendo en cuenta que mi orientación para recorrerme la ciudad por lugares parcialmente desconocidos es nula, decidí subirme en la parada que iniciaba la linea de bus para así no perderme.

Después de ir mirando los nombres de cada parada me dije, "me voy a equivocar seguro" y me bajé basándome en la improvisación de mis recuerdos. Llamas al timbre de un portal y te responde una voz familiar pero que nunca habías conocido. Le dices: "soy Clara". Te abre. No sabes cómo es, ni cómo va a mirarte, ni que va a pensar de esta chiquilla de 24 años. Subes en el ascensor y la puerta está abierta. Te estaban esperando. Y como si de una cariñosa y simpática abuela se tratara te invita a pasar. Dejas tus cosas en un sofá y asintiendo a todo lo que te dice, te sientas en una de las sillas de la cocina. Son las 7 de la tarde, hora de la merienda y te dice que si quieres unas galletas de chocolate y un zumo de frutas. Increíble. Te sientes como una nieta más una tarde de otoño que vuelve del cole. 

Mientras meriendas, se sienta frente a ti y como si te conociera de toda la vida, te habla de la forma más cercana y especial que puedas imaginar. Entonces es cuando piensas que esta mujer no es muy distinta a ti, que verdaderamente hay personas que ven la vida como yo la veo, que hace las cosas porque sí y que no hace preguntas excesivamente comprometidas. Acabamos hablando de bufandas, de ganchillo, de accidentes de la vida, de lo maduras que son las personas y de los años que pasan; de divorcios tortuosos, de hijos imbéciles y de la adoración a los nietos; de la barra de marcadores del explorador, de twitter, de facebook y de qué es un post. Y todo con un tono de lo más jovial, juvenil y sin tapujos. 
De repente me confiesa que ha leído poco de este blog pero que es  una gran fan y me hace prometer que seguiré desarrollando mi capacidad para escribir la cotidianidad. 

Solo puedo decir que es un encanto de persona y que ojalá cuando mis pocos 24 años lleguen a más del doble, sea así de genial, capaz de gritarme mientras busco una dirección en el google maps y desorientarme con indicaciones absurdas al teléfono. 

domingo, 23 de octubre de 2011

Improvisando con una rubia que no es rubia.

Checkear y ver que una conocidamente desconocida se da cuenta de dónde estás. Suena el común pitido del teléfono, la barra de notificaciones despierta tu curiosidad y la lucecita verde te da una idea. Improvisemos. ¿Por qué no?

Sabes cómo es, la has visto antes pero te intriga si su jersey de hoy es azul, verde, rojo o marrón. Eso es algo que dice mucho de las personas. No os habéis dado más señas de descripción pero ambas sabéis cómo es la otra. Te preguntas mientras caminas; ¿Vas a reconocerla? Qué curiosidad. Giras la esquina, te ve, la ves, te reconoce, la reconoces, te mira, la miras y sonreís. Es ella seguro. Raro y curioso. Café y te.

Tranquila, sosegada y cómoda; tono de voz bajo y muy confidencial. Me hace sentir bien. Charlamos, me cuenta, me pregunta, le explico, le cuento, le pregunto y me explica. Interactuamos perfectamente. No le juzgo ni me juzga. Ya dicen que hay cosas que con desconocidos siempre es más fácil. Noto ilusión en su mirada. Hablamos lo justo y necesario.

Es entonces cuando llega el momento en que me doy cuenta que mi tono de voz se eleva. Muy común en mi y muy propio para romper el buen ambiente de la conversación. La culpa se la echo a la curiosidad, la gracia y la ilusión que me da esa situación. La verdad, estoy calmada aunque mi forma de hablar parece que diga lo contrario. Soy así. Espero no haberle incomodado.
Me cae bien. Se da cuenta que ni soy rubia, ni soy pija, ni soy calladita. Y eso, esta vez, me da un plus a mi. A la morena. Genial, genial y estupendo. 

Y es en ese momento cuando me doy cuenta una vez más que hay edades, que por muy distanciadas que estén, tampoco son tan difícil de entenderse. Eso sí, se nota la vida, la trayectoria y la experiencia. Me queda aún mucho por aprender, descubrir y vivir. 

Mientras tanto, sigamos improvisando.

jueves, 20 de octubre de 2011

Personas que sí y personas que no.

He aprendido 3 cosas:

- Que hay personas a las que no les gustan las sorpresas y que por mucho que se tenga la intención, es imposible arrancarles una sonrisa porque si.

- Que aunque mi orientación es nula, soy capaz de llegar sin apenas  indicaciones a donde me proponga. Los retos son lo mío.

- Que es muy difícil hacer entender a alguien que no logra considerar esa opción, que hay cosas que simplemente se hacen porque si. Sin objetivo ni finalidad. Improvisando y con la mejor de las intenciones. 

Marta siempre dice que, a pesar de no ser nada competitiva, yo me pico muy rápido, incluso conmigo misma, y que siempre acabo haciendo tonterías, pero tonterías de las buenas, ocurrentes, sorprendente y especiales. Y es que, ¿tan difícil es entender mi forma de ver la vida y de hacer las cosas? 

Hay una cosa que siempre digo y con la que Marta coincide conmigo, las pequeñas locuras son las que marcan la diferencia.

lunes, 10 de octubre de 2011

De cenas improvisadas a películas gore y el arte de ser encantador.

Esta mañana, mientras estaba en mi puesto de trabajo, concentrada en hacer las cosas bien, me pareció oír una voz que decía: Solo de Loewe. Me sorprendió. ¿Qué hacían hablando precisamente de ese perfume, a esas horas de la mañana y con esta entonación tan singular? Seguí en silencio y escuchando la conversación. El olor me vino a la mente y no pude evitar sonreír y acordarme de la noche del viernes. De repente, alcé la mirada y les dije, "una vez alguien dijo que con esa colonia, un hombre ligaba seguro." 
Mi compañera de trabajo me ha echado una mirada furtiva intentando descubrir si tras mi frase se escondía algún mensaje. Pero no. Yo ya estaba pensando en la gran velada del viernes.

Todo empezó con una llamada a lo desesperado. Mi móvil hacía rato que se estaba quejando. Low battery. Y yo no me acordaba de la calle y del número a dónde tenía que ir. Al final, lo hice. Esa ha sido la primera vez que he cogido un taxi en Barcelona. Sí, ya ves, como te lo digo. Curioso. Tras dar una cantidad que me pareció excesiva al taxista por los 5 minutos de trayecto, llegué. Subí y como es habitual en mi cuando me lo permiten, yo, cómo en casa. Me metí en la ducha de un baño ajeno mientras fuera oía conversaciones amistosas acompañadas de una copa de vino. Como si tal cosa. 
Esa noche iba a ser una cena más de todas las #cenas4sq, solo que esta vez iba a ser algo diferente y pintaba muy curiosa. Y de 4sq nada. Después de que uno de los asistentes cancelara, había que improvisar. Y esta vez, tenía un as escondido bajo la manga, mi amiga Ainara. Ya se sabe que a mi me encanta aventurear y a veces, incitar y hacer sonreír a Ainara, cuesta más de lo que me gustaría. Pero se había animado. Pensé, ¡estupendoh'!.
Después de mis indicaciones absurdas y de demostrar que mi orientación es nula, una moto tuvo que ir en busca de un coche blanco entre los callejones de la parte alta de la ciudad. 

La verdad, no esperaba nada de esa noche, pero si conseguía que ella bebiera su primera cerveza y se sintiera cómoda, la noche, prometía muchas risas. Y así fue. Un restaurante arrinconado en una esquina, una terracita muy agradable y mucho don en el arte de colarse en los restaurantes crearon el ambiente adecuado para mezclar producciones de películas gore, autopsias, Badoo, carreras de coches, matrimonios, divorcios, relaciones a distancia, la sosería, abogacía, los espacios necesarios para las personas, dientes, motos, rubias, morenas, chistes y un sinfín de temas que a primera vista no pegan ni con superglu. Pero ahí estábamos, cuatro individuos, charlando, riendo y disfrutando de la velada. 

Y una vez mas, me di cuenta que sólo personas como ellos pueden hacer que un Gin tonic enganche y entusiasme tantísimo. Y es que ellos fueron los que una vez me enseñaron la ciencia de las copas globo. Ellos me iniciaron y las manos del barman italiano me mostraron todas sus variedades. Lo habíamos pasado bien y sin duda, cuando se pudiera, íbamos a repetir.


Ya es que ya lo dicen, los Gin Tonics enamoran, tienen algo especial, pero lo importante es con quién te los tomes.

sábado, 1 de octubre de 2011

Se busca dentista en Italia. Prometo recompensa.

Hace ya algunos años... que una noche, de repente, se te acerca una chica con acento de centro y te dice que te conoce, que conoce a tu pareja, a sus amigos, a que se dedican y que sabe cómo te llamas. Cosas curiosas que pasan en mi vida. Y así, 5 años. Y ahora la muy perra se va a salvar dientes a las Italias. 
Mira, no hay mal que por bien no venga... ya voy a tener un lugar más dónde quedarme cuando vaya por allá. 


Le deseo toda la suerte del mundo mundial. Diana mola mucho. Os lo prometo. 

jueves, 1 de septiembre de 2011

Final de verano.

Una farola alumbraba la solitaria calle. Eran las 11 de la noche pasadas y parecía que el ambiente caluroso de esos últimos momentos de verano estaba más cargado de lo habitual, incluso bochornoso. Marta se había propuesto pasar un buen rato; una buena conversación, complicidad, emoción y risas. 

¿Nunca os habéis encontrado en esa situación en que oscurece de repente y buscas desesperadamente una farola en un lateral de la avenida trasera? Pues eso buscaba Marta. Con tanta risa, tanta conversación y tanta aventura de ese final de verano, se le hizo de noche y cualquier rincón con un poquito de claridad, hubiera sido suficiente. Mientras tuviera una luz alumbrando, todo podía pasar. Y lo encontró. Se detuvo, alzó la mirada y lo que vio le gustó. Se sentía bien. Cómoda y acompañada. Pero se dio cuenta que con tanta luz, había dejado de ver las estrellas. Y es que claro, tanto repaso del último mes, se había distraído. Algo la deslumbraba. Era septiembre que llegaba con fuerza. Pero Marta no quería despedirse de ese final de agosto. Todavía no. De repente, la luz se apagó, oscureció y las estrellas volvieron a brillar. Aún era 31 de agosto y podía disfrutar un ratitio más de verano. Suspiró.

Ahí acababa el mes de agosto. Y sin que Marta se diera cuenta, ya era 1 de septiembre. Tenía la sensación de que había empezado con buen pie. Curiosamente, septiembre venía cargado de sonrisas.

viernes, 8 de julio de 2011

Momento gin tonic.

Definitivamente los gin tonics tienen algo especial. Vale, sí, no son dulces y tampoco es una copa que te invite a seguir bebiendo, pero sin duda refrescan y enriquecen el ambiente. Yo no se si será por las burbujas del anhídrido carbónico de su tónica o por las propiedades medicinales que dicen que tiene la ginebra, pero tanto combinando el agua tónica con una Bombay Saphire o una Hendrik's, parece que el resultado es extraordinario.

Hay veces en que todo empieza de la forma más curiosa. Es como en una de esas ocasiones en que vas a comprar lo necesario para una cena improvisada. Una sopa de melón que sin tener varias líneas de elaboración, de lo más sencilla, fácil y rápida, acaba teniendo un buen resultado, aunque no lleve fresas por encima.
Mientrastanto, una radio pone música a la velada de anécdotas curiosas, comentarios graciosos, llamadas sorprendentes y conversaciones de lo más directas. Y de repente, las teclas de un piano empiezan a sonar y te fijas en la rapidez de las manos que de forma muy resuelta pero algo entrecortada, tocan repetidamente una melodía conocida. Y es entonces cuando te preguntas, si verdaderamente ese dedo anular que tan bien toca ese mi, ese do o ese sol, puede manejarse de igual forma en otras situaciones. Y es que siempre he dicho que el piano me encanta, me gusta cuando suena, intenso, fuerte y prolongado, rítmico y armonioso.

Esa melodía consigue llevarte a paseos de noche, con viento, aire, fuerza en la cara y en la piel; rápidos, seguros y majestuosos. Sólo te hace falta un vaso de agua, una palmadita en el lomo y una mirada deseosa para descubrir que cualquier cicatriz en el cuello coordina perfectamente con lunares cerca del ombligo. Tranquilidad, confianza, una sonrisa y todo tan sencillo como se quiera que sea.
Marta siempre dice que los pensamientos más chocantes, sobretodo los más extravagantes, acaban siendo los más singulares y son precisamente esos los que hacen que historias como éstas sirvan para divertirse y deleitarse.

¿Y sabéis qué? no hace falta que sean amargas, ni burbujeantes, ni siquiera medicinales como un gin tonic, eso sí, siempre te refrescarán, te enriquecerán y disfrutarás con ellas. 

miércoles, 25 de mayo de 2011

#decampoyplaya

Marta tenía un ratejo. En pleno mes de mayo parecía que todos estuvieran ya de vacaciones y ella estaba de campo y playa charlando con el que pillaba por ahí cerca. Miró el reloj y vió que era una hora apropiada para hacerlo. Le apetecía tomárselo y no había nadie con quien hacerlo. El más cercano prefería encender un gusiluz antes que tomarse un café.
Entonces fue cuando el teléfono le sonó. Igual sí que había alguien que prefería una visita a la máquina en vez de alquitranarse los pulmones. 3 minutos después ya tenía su vasito calentito y estaba sentada. Sorprendentemente esta vez no había rubias por ahí cerca, así que la única morena era ella.

A Marta nunca le han gustado demasiado las rubias. Yo no entiendo por qué. No se, nunca hay que generalizar. De hecho, creo que ella misma alguna vez en su vida ha tenido gran afán por las mechas color vainilla. A pesar de ello, su relación con las rubias, rubias, rubias (las de verdad, no las de bote) no ha brillado nunca por ser de lo mejor.
Esperando que alguien se sentara a su lado para charlar un rato, una camisa desigual bajaba las escaleras. Por lo general, esas camisas, son fáciles de reconocer. Te dan un aire de informal pero arreglao'. 

El caso es que durante esa mañana en la que al parecer, no había nada que hacer, un buen café de la máquina y un chocolate calentito junto a unas charlas sobre las vacunas, un intercambio de ideas acerca de lo que está acostumbrada la sociedad, quejas varias de dentistas-pacientes y frases memorables..., por unos momentos iban a solucionar el mundo. 

Al parecer, curiosamente, esa mañana, ninguna rubia iba a solucionar el mundo. Las/los morenos, sí.


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Aclaración postpostearelpost:

Vale, AINARA queda excluida en la lista de rubias.
(Por eso dije que no hay que generalizar.)

;)

jueves, 19 de mayo de 2011

Cocina creativa.

Como cada año me encontraba frente a un sinfín de escaparates, artilugios e ideas que nunca me llevan a ningún sitio. Porque hacer un regalo a tus madre, siempre es complicado. Así que dimos con www.masqueunregalo.com. Eso estábamos buscando. Eso era algo diferente y era lo que queríamos. Además, era como hacerme un autoregalo a mi misma también.

Como a mi madre le encanta cocinar, decidimos regalarle una clase con un chef de alta cocina para que le enseñara que un plato, con poca comida, puede quedar perfectamente condimentado.

A las 7 y media de la tarde era la hora confirmada para que empezara nuestra clase. Eran las 18:15 y aún no habíamos salido de casa. Nervios. Después de todo el jaleo, al final conseguimos encontrar la escuela de cocina COQUUS, que estaba en una de las calles laterales del Passeig de Gràcia, subiendo un poco más arriba de la Av. Diagonal.

Llegamos, nos sentamos. Había 3 personas más. Seríamos 5, el chef Fran y su pinche Sofía.
Delante de cada taburete, había un dossier con un lápiz para tomar apuntes. Lo abrí y empecé a leer las tres recetas, a cual más espectacular. El menú que nos iban a enseñar esa noche y que luego nos lo íbamos a cenar tenía muy buena pinta.

De primero íbamos a hacer una ensalada de guacamole de mejillones en escabeche con vinagreta de piña. Nunca había imaginado que la mezcla de tantas cosas distintas podía dar un resultado tan fantástico.

El segundo plato era hamburguesa de Magret y foie con atadillo de espárragos y patatas pont neuf acompañado con salsa de manzana. Caviar para el paladar.

Y de postre, un delicioso pastel de chocolate, con pulpa de mango y espuma de coco. Aquí descubrí el uso del nitrógeno en la cocina y de que los sifones también sirven para hacer cosas buenísimas.

Vamos, una experiencia genial.
Igual, con tantas modernidades, artilugios y cosas varias, a partir de ahora, a mi madre le da por hacer espuma de cocido con un toquecito de menta.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Max y la cena.

Sí, vuelvo de nuevo con la frikada del #4sq.

Vale. No, no los conozco, no tengo ni idea de quién son y a qué se dedican, pero me parece que eso de saber en casi cada preciso momento dónde están, los hace algo más cercanos, digamos que buenos conocidos. Al fin y al cabo, eso de despertarse por las mañanas y ver que en tu barrita de notificaciones hay el icono de 4sq, hace despertar tu curiosidad y ver quién se ha adelantado a ti esta mañana.

Poco a poco, con los días y las semanas, estos checkins van convirtiéndose en algo más rutinario y sin darte cuenta, acabas aprendiéndote casi de memoria los recorridos diarios, dónde van y qué lugares visitan éstos buenos conocidos; sus desayunos, sus meriendas y sus cenas; dónde van a arreglar el coche, por sitios que viajan o restaurantes donde llevan a sus ligues a cenar.

Al principio, quizás asuste un poco esto, pero todo depende de cómo lo mires y de quién tenga acceso a esta información. Es por eso que igual, no está tan mal echar un vistazo a tu lista de amiguetes del 4sq y los que te resulten interesantes y despierten tu curiosidad, investígalos un poquito. Más que investigarlos, curiosear a quién le cuentas dónde estás en casi cada momento. Los otros, los quitas.

Y si se da ocasión en que a alguien le da por organizar una #cena4sq, pues adelante, que así sea. Os aseguro que puede llegar a ser muy divertido, y curioso también. Con ganas de repetir. Y de comer más caramelitos de colores. Todo un vicio.
Darme cuenta que hay gente tan distinta a mi que puede juntarse en un lugar, a una hora y relacionarse de forma tan sencill, es estupendo.


Al fin y al cabo, el foursquare hace amigos. O al menos, buenos conocidos. Todo un reto para mi curiosidad.

Sólo diré una cosa: Me he enamorado de un perro.

martes, 17 de mayo de 2011

La empanada de Marta.

Conocéis a esas personas que de tan correctas que quieren ser, pueden llegar a parecer sosas? Y yo no digo que eso sea malo, no, no, simplemente que de vez en cuando hay que dejarse llevar un poco, exteriorizar lo que vives por dentro, mirar a los ojos del que tienes al lado y decirle con una sonrisa lo primero que se te pase por la cabeza. Eso, si se te pasa algo.

A Marta, ese tipo de personas le suelen parecer muy atrayentes, interesantes y muy pero que muy curiosas. Tiene algo claro, los sosos, también sonríen. Y conseguir una carcajada de ellos, es todo un reto.

Que te estén esperando siempre gusta y si hace sol, aún más. Incluso aunque sea un desconocido que a ratos, no te parece tan desconocido. Incluso si apenas te mira a la cara cuando cruza un par de palabras contigo porque no sabe qué decir. Y él sabe que no sabe. No se le ocurre qué decir porque no es una situación en la que se suela encontrar habitualmente. Sus palabras son secas y austeras, cómo no podía ser de otra forma. Temas banales, el tiempo, las distancias entre lugares y la velocidad. Y así iba a ser y ella lo sabía, al menos, hasta romper el rato de protocolo en que era necesaria esa tirantez en el ambiente.
Curiosamente espeluznante y escalofriante se sintió Marta al bajar del tren. Es de esos momentos en que no tienes ni idea qué es lo que va a ocurrir, cómo te vas a sentir, qué vas a decir y cómo va a ir la situación. Si todo va a ser una broma o si realmente va a ser ameno. Si el cruce de tantas bifurcaciones, subidas, bajadas, rotondas y polígonos industriales va a llevarte a algún sitio o solo a campos y huertos. No sabes si va a ser divertido o no, pero curioso y gracioso, seguro.

Era difícil imaginarse que esa noche, la cena la prepararía ella. ¿Sabéis que existen hornos de cocina que pitan para avisarte de que tienes que ir a vigilar a través del cristal ardiente que el pastel no se queme? Yo siempre creí que a los hornos tú le ponías un tiempo y cuando hacía el pitido, es que el plato ya estaba. Mi abuela, así me lo enseñó. La suerte era haber escogido el tiempo correcto para que el pastel no se quemara. Pues no, ahora hay hornos que te avisan para que, encima de esperar, les vigiles. Curioso. Hacendosamente curioso.
En fin, que cómo le tocaba cocinar, las empanadas, a Marta, siempre le sacan de un apuro.

Un sofá blanco, cuadros apoyados en estanterías y muebles del salón y un olor a incienso que aviva las emociones. El incienso siempre me ha gustado, igual que las velas. Marta dice que entre muchas otras cosas, ayudan a crear ambiente. Y eso es cierto. No sabía qué hacer en los próximos minutos. Sólo le quedaba una cosa, improvisar. Pero aquel momento era tan sumamente incoherente, que decir cualquier cosa, hubiera estado fuera de lugar. Decidió esperar y observar. Dos sujetos realmente diferentes y tan unidos a la vez. Uno tan suyo y el otro tan claro.

La empanada estaba resultando todo un éxito. Y acompañada de un vino, más. O eso pensaba. La noche seguía su desarrollo. Poco a poco la cosa parecía que iba cogiendo un poquito más de color cual caramelos de mil sabores.
A ver, si esta vez lograba que las tiranteces en los diálogos, se convirtieran en algo más relajado y espontáneo. Que las barreras cayeran. Marta se sentía cómoda, cómo cuando pasas una noche de verano con un par de amiguetes tumbado viendo una película. La conversación fluye y los comentarios pasan a ser más inverosímiles. Pero te gusta. Te parece muy agradable. Llegas a hablar de temas tan improbables que te resulta hasta sorprendente.

Y así, hasta lo que se pudo. Marta consideraba que disfrutar de momentos como aquél, era fantástico, porque era una primera vez, y las primeras veces, nunca se repiten.

Una cosa había quedado clara para Marta, vaya, igual varias.
Una de las mejores maneras de conocer a la gente es a través de lo que declara en la renta anual; los hombres se van a Copenhague a ligar con rubias (o al menos, a intentarlo); las motos, incitan, activan y estimulan; toda persona soltera, acaba teniendo una habitación destinada al vestidor; y que hay cajas que, a pesar de lo independientes que parezcan ser, lo separadas que se pretenda que estén y lo distintas que opinemos que son, no son tan desiguales. Eso sí, definitivamente, juegan en ligas muy diferentes.


Aquél, había sido un buen momento.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Fútbol, sonrisas y máquina de cafés.

Te levantas por la mañana después de haberte dormido antes de que marcaran el último gol la noche anterior. Estás muerta, cansada y preguntas qué es lo que pasó ayer. Desde la cama abres tu Timeline para saber qué ha pasado en el mundo estas últimas horas. Te das cuenta que hubo un uno a uno y que por tanto el Barça ganó.
Todavía un día después todo el mundo habla de fútbol. Parece que este va a ser el mes del fútbol. Nadie habla de otra cosa, ni siquera de la que se supone que ha sido la boda del año. Perfecto. Lees y ves que ha sido una larga noche en la que la incivilización, la locura y el desmadre se ha apoderado de la ciudad condal. Casi incendian a todos y cada uno de los periodistas que hacían la retransmisión, la mitad de semáforos de las Ramblas están rotos y parte de la fuente de Canaletes está por los suelos. Bien, esto es el fútbol.

¡Pedazo de incívicos!

Sabes que esa mañana tienes una paciente a la que arregarle la vida. Por qué sí, nosotros arreglamos la vida, digáis lo que digáis y penséis lo que penséis. Recuperamos lo más importante de una persona: la sonrisa.
Las 10:30 de la mañna pasadas y ya estoy intentando explicarle a una mujer de unos 70 años que aunque su fractura horizontal está en el tercio medio de la raíz, sorprendentemente parece que no tiene sintomatología y que por tanto ella decide si sacar o no. Después de un largo rato en que me doy cuenta que ser odontólogo no es tan sencillo, decidimos ahorrar cual hormiguita durante todo el verano para en septiembre poder sacar ese diente y poner una prótesis. Me despido de la señora Francisca, le deseo buen verano y me dispongo a subir a la primera planta con ansias de mi suculento chocolate calentito.

Con las ojeras aún bajo mis ojos y ese cansancio que de vez en cuando arrastran mis pies, subo las escaleras, me cruzo con un par de conocidos, les doy los buenos días y me siento al lado de la máquina de cafés esperando que la gente acumulada frente a ella, se disperse. Aprovecho para checkear sin demasiado ímpetu. La máquina de cafés ya tiene propietario y no creo poder conseguir proclamarme Mayor a menos que aproveche sus vacaciones para hacer check-in indiscriminadamente. Saco mis 0,35 céntimos del bolsillo derecho y antes de introducir la moneda me doy cuenta que en la pantallita de la máquina pone NO FUNCIONA. Y yo que sigo queriendo mi vasito que me alegre la mañana, ni que sea en solitario, sin conversación ni comentarios... disfrutando de mi chocolate. Hoy toca joderse. Cómo veo que esto no va a solucionarse rápido, ni siquiera me molesto en invitar al Mayor a disfrutar de uno de sus cafés diarios y de mi sarcástica pero simpática conversación habitual. De todas formas, los de las plantas de más arriba siempre andan muy ocupados, o eso dicen.

Me vuelvo a la planta 0. Esa mañana no tendría mi chocolate, pero tampoco habría café para nadie. Ni en ese momento ni por el resto del día. Eso sí, a pesar de no haber razón para hacer un coffebreak teníamos la suerte que el ambiente era bastante azulgrana y que aunque no se pudiera hacer un pequeño/gran descanso y disfrute frente la máquina de cafés, la gente sonreía.



A veces pienso que el fútbol es cómo una máquina de cafés, si al meter la moneda te dan lo que esperas, las sonrisas son infinitas.
Curioso.


[Escuchando: Nada es gratis en la vida - El cuarteto de Nos.]

domingo, 24 de abril de 2011

#elchiste.

Vale, ok, esto va a ser corto.
Estos días mi casa de Molins parece un chiste.
Veréis.
"Esto es un mexicano, una catalana, y un valenciano ....."
Sí, sí, ya se...no os resulta gracioso, pero a mi me lo parece. Esto de que en esta casa estén conviviendo 2 mexicanos, 2 catalanas y un valenciano y que a pesar de discutir acerca de cómo mata Sant Jordi al dragón; a pesar de decirle directamente y sin contemplaciones a un valenciano que su forma de hablar no es un idioma y que me suena feo; y a pesar de llevar a un mexicano durante 7 horas al museo de la ciencia y no morir en el intento.... parece que aquí hay calma, buen ambiente y buenas conversaciones. Sonrisas, risas, silencios, películas que gustan y programas que nos parecen graciosos (porque sí, después de no se ni cuánto tiempo ya, en Molins, vuelve a verse la tele. Curiosamente, ahora que Aaron venía, a alguien se le ocurrió comprar una de esas antenas portátiles. Y sí, la tele volvió. Eso sí, sin antena3 y sin tele5. Lista de canales televisivos que muchos querrían en sus casas. Sobretodo mi tío. Pero claro, a mi tía no creo que le hiciera mucha gracia. La tele sin t5, no es la tele.)

En fin, que están siendo buenos días, que del jetlag ya ni me acuerdo, que los paseos por la Barcelona que a mi me gusta están siendo estupendos. Enseñar Barcelona a mi manera a alguien que no conoce esta ciudad, creo que no se me da nada mal. Ya se sabe por aquí que tengo una extraña adoración por el gótico, el born y el raval. Y nada como transmitirlo.

¿Y sabéis lo mejor de todo?
Que momentos como todos estos, no me los quita nadie. Nada como hablar en catalán durante más de 15 minutos con un indio, casado con una catalana mientras haces cola para entrar al museo con un mexicano. Nada como dormir una siesta al sol en los bancos de la Plaça de la ciència, dentro de un museo, con Aaron pegado a mi cabeza y roncando como un machote. Nada como llegar a casa y encontrarme a Montserrat y Jaume en plena partida de monopoly con mis primos (partida que yo llevo atrasando desde tiempos inmemoriales).

Jaume mola.
Montserrat obviamente mola.
Gera mas.
Y Aaron...., bueno, Aaron es el amigo de Gera más chido. Creo que hoy ha sido el día que más tiempo he pasado con él desde que nos conocemos y no ha ido tan mal. Al menos, aún no está llorando. Y sabéis qué.... creo que voy a presentarle a Marta, que por cierto, hace días que no me llama.

lunes, 14 de marzo de 2011

El gusiluz y el seat127.

Hoy, después de una corta y repetitiva discusión con mi padre para que deje de fumar que ya cansa de lo usual que es, le he dicho que como no lo deje por sus propios medios, voy a llevarle a que le metan unas de esas charlas (que él tanto suele desprestigiar) para a ver si así, consiguen que un exfumador, actualmente fumando, se sienta un poco más culpable y peor de lo que yo pretendo hacerle sentir cada vez que le digo lo horrible que huele el tabaco, lo terrible que es y lo horroroso que nos sienta a los demás; -vamos, nada fuera de lo que se suele argumentar-.

Habitualmente, cuando empiezo a darle la paliza con el tema, su respuesta es silencio sepulcral o meterse uno de esos cigarros que se han puesto tanto de moda últimamente en los que chupas cual pajita de un vaso de Coca-cola durante una peli de cine, y en vez de saciar tu sed, lo que hace es encenderse una lucecita; como si un gusiluz fuera a converstirse en ceniza, pues igual.

En fin, que hablando y hablando con mi padre, la conversación se ha desviado a algo que me ha sorprendido. Lo que yo digo, casualidades.
Hace relativamente poco, supe acerca de un destino privilegiado que enloquece a amantes de las motos que viajan de todos los puntos de Europa. Un viaje que por lo ue se ve es una de las mayores experiencias del mundo de las dos ruedas. Ese lugar es el llamado Cabo Norte, al norte de Noruega, en la comunidad de Nordkapp. Tengo que reconocer que hasta el momento en que empecé a leer acerca de ese sitio, no tenia ni idea de que exixitía un sitio como tal (vale, sí, soy una inculta de la culturilla general, lo reconozco), pero ya poco a poco he ido sabiendo hasta varias rutas para llegar allí.

La cuestión es que mi padre, el Señorito González, en sus años mozos, cuando molaba y se pegaba viajes a diestro y siniestro, cogió un seat127 (vale, sí, son 4 ruedas, no dos) de color verde, y se fue hasta Cabo Norte. ¡Toma ya!

Un punto más para mi padre.

martes, 8 de marzo de 2011

HC.

Toda tía curiosa siempre ha de tener su hotel curioso.

viernes, 4 de marzo de 2011

Divagaciones. La libertad que necesitamos.

Recuerdo el año que hice la selectividad, ahora ya hace algún tiempo... era el examen de lengua y literatura castellana y curiosamente, en el ejercicio de redacción, la Clara eligió un tema fundamental: El espacio personal. No se, me salió. Dicen que en momentos de estrés y ansiedad, a uno le viene a la cabeza lo más necesario, y a mi, me vino eso.

Es curioso porque yo siempre he pensado el por qué uno se siente tan insufriblemente incómodo dentro de un ascensor. Es como que la excesiva proximidad, la cara de uno demasiado cerca de la de otro, hace que no paremos de mirar el reloj, el móvil o las llaves, que miremos al suelo, nos pongamos de perfil y contemos los pisos con una cierta impaciencia esperando que el viaje acabe cuanto antes. Eso, si no tienes el compromiso de hablar con el vecino del 6º, y encima, lo único que se te ocurre decir es: "Qué día más caluroso hace hoy, o qué frío esta mañana". Ya lo dice mi padre, el tiempo es el tema de conversación por excelencia de un ascensor.
Vale, hasta ahí, todo claro. Eso es lo que yo llamo, el espacio personal entre personas mas o menos conocidas o desconocidas. Ok, bien. Yo pondría..., que el necesario entre conocidíssimos/amigos son de unos 20 a 30 cm, para los conocidos unos 45 cm y para los desconocidos, 60 cm entre ellos y yo.

Y luego, luego está el otro espacio personal. Llamémosle espacio personal, espacio individual o libertad. Éste es el que hay (o debería haber) entre una pareja.
Mirad, el otro día me enteré que un amigo de Marta se había reajuntado y casado. Lo único es que ahora iba con el cuento ese de "Yo sabía que la vida en pareja implicaba hacer un cambio, pero no que tuviéramos que diluirnos en la presencia del otro para existir. No siento que haya ganado a una compañera, sino que perdí mi independencia".
A ver a ver a ver..., cuando Marta me citó esas palabras del amigo, pensé: pobre...y eso que es solo el principio. Y dudo que el amigo de Marta haga mucho por cambiar esa situación. Vamos, que acabarán pasando 10 años, y la historia seguirá igual, o peor. Sin espacio, sin desarrollo de uno mismo y con absolutamente todas las actividades compartidas.

Maaaal señores, mal. Vale, sí, hay que tener cosas en común, pero no hace falta estar las 24 horas (que casi parecen 48), en máxima fusión. Así se pierde algo primordial para todos, la libertad. Por que sí, necesitamos libertad; de esa libertad personal que no te impida vivir un día a día diferente cada vez, interactuar con distintas personas, tener independencia para poder hacer las actividades que nos agraden y sobretodo, no caer en rutina.

Mientras tanto, conversando con amistades, observando en el metro a desconocidos o sentada en un banco de la plaza central de la ciudad, voy viendo como la gente de la sociedad actual cada vez necesita más de esa libertad, de esa autonomía, autosuficiencia o autodeterminación. Para ello hay quién respeta esa independencia el uno con el otro, hay quién busca relaciones a distancias largas, hay quién no se compromete e incluso, hay quien prefiere cambiar de pareja, como de moto. A ver si así, la próxima moto, le da más libertad.