martes, 27 de marzo de 2012

Sarta de tonterías.

¿Tú sabes cuando hay algo que te hace gracia, como que una especial ilusión? De esas cosas que parecen absurdas; que si las piensas bien son una verdadera tontería? Pues son precisamente de esas cosas de las que a mi me gusta disfrutar. Imaginarte una situación y crear una película alrededor de ella. Aunque dure unos minutos, aunque sea cuestión de segundos. Ese instante a ti te hace ilusión y eso, es lo único que realmente importa.

Puede que no lo entiendan, puede que ni siquiera logren entenderlo jamás, puede que tu vivas en un mundo paralelo de yupi, pero hay pequeñeces que sin duda, te ilusionan, te entusiasman. Aunque sean tonterías. Bobadas. Una estupidez. Un completo disparate. Absurdo.

Pero es que sabes qué? Si no fuera por toda esa retahíla de absurdeces, la ilusión no existiría. Te lo digo yo. Y te lo dice Marta.

domingo, 25 de marzo de 2012

Agua, líquidos, y sus variados.

Una cerveza, fresquita, helada, puesta al punto de la forma más friki del mundo. Una tortilla de patatas y buena conversación. Bueno, vale, lo que se dice buena, no se si lo era, pero Marta me aseguró que temas de conversación de lo más raros, rebuscados y absurdos pueden llegar a ser de lo más curiosos. Me encanta cuando se crean situaciones irracionales, nunca sabes lo que puede ocurrir. Si vas a acabar jugando al parchís o bañada en un sinfín de sensaciones. Nada es previsible.

Cosas tan sencillas como ver la televisión hasta altas horas de la madrugada se puede convertir en toda una odisea y encontrar un buen programa que evite que entres en sueño ligero dirigido directamente a la fase REM, es bastante complicado.
Y reír, y reír y reír. Y conversar. Y charlar con cercanía ente amigos. De lo más amistoso para conseguir una velada distraída. Y seguir riendo. Y sonriendo. Y se te acaba el aire. Silencio.
Y de repente, empezar a sentir esa sensación tan extraordinaria, como cuando te tiras de cabeza a una piscina repleta de agua , llegas a lo más hondo y nadar hasta la superficie para recuperar el aliento. Sales pletórica, mojada pero colmada de energía. Rebosante. 

Y así, descubres que mantenerse despierto hasta las tantas e incluso intentar mantener a otros, hay ocasiones que no es tan complicado. Solo es necesario un poquito de motivación y ganas de pasarlo bien. Y líquidos. Cerveza, cocacola y esas cosas. Y sí. Si eso, otras cosas. Pero solo si eso.

domingo, 18 de marzo de 2012

Y cambiar el punto del libro a la mitad del cuento.

Y el pijama azul seguía en el armario. Cada mañana cuando Marta abría la puerta para vestirse, ahí lo veía. De repente se lo encontraba. Sentía que aquello se estaba diluyendo, desapareciendo, como si tantos momentos nunca hubieran ocurrido. Como si no hubieran sucedido. Melancolía en estado puro. Cienporcien. Muchísimos recuerdos de una historia de película, propia de un best seller. Ahora, el punto de libro estaba en la última página. Hacía sol, un excelente día primaveral y le venían a la mente unos patines en línea por la barceloneta. La brisa y las sonrisas le embriagaban ese instante y el alma. Y de repente, como si tal cosa, empezaba a llover. Y a llover y a llover. Tormentón. Con rayos y relámpago internos. Un respiro, y todo silencio. Ansiaba una cerveza fresquita de media tarde, de esas acompañadas de una conversación amistosa, cómplice e inquietante. De una comida de mediodía de esas que una mirada intercambiada decía más que cualquier palabra. De una cena acompañada de un buen vino que extasiaba toda razón coherente. Y un paseo. Y mil cosas más.

Un pijama que había explicado el cuento de un libro que se estaba licuando hasta desaparecer. Una mezcla de lo más homogénea. Que la cuchara dejara de remover el cóctel. Por favor. Desaparecer en la disolución no era el final que deseaba para el final del cuento. 

miércoles, 7 de marzo de 2012

Ah, por cierto, que no se me olvide.....

Mil gracias.

[Gran fin de semana bilbaíno]

Párrafos sin importancia.

"...Escueta invitación casi forzada a un café de máquina de 5 minutos. No apetecía demasiado pero probablemente ese iba a ser el único momento de la semana en el que pudiera descargar en una mirada el ahogo que cargaba desde hacía ya unas horas. Sentirse así no había entrado dentro de sus planes del día de hoy, así que ese instante era perfecto para deshacer el nudo que inconscientemente se había creado en el interior del estómago la noche anterior. Mientras subía las escaleras iba pensando que no iba a solucionar su problema. Efectivamente así fue. Tal y como había imaginado, un cruce de miradas no sería suficiente. Pero las pocas palabras amistosas que buscaba no las iba a encontrar allí. Ni allí ni en ningún lugar. El silencio seguía envolviendo toda la situación y ciertamente aquello no iba a llevar a ningún lugar. Expresiones ausentes, palabras silenciadas y despreocupación máxima. ¿Qué iba a pedir? Quizás una mirada cómplice entre dos amigos hubiera solucionado el problema. Una mirada y una muestra de una mínima expresión. Algo de sentimiento. Algo más allá de las conversaciones triviales que habitualmente acostumbran a compartir. Pequeño sentimiento de tristeza al darse cuenta que por más que intentaba mirar, se encontraba con un muro. Un muro que hablaba de su vida, sus historias, sus objetivos y sus aventuras. Únicamente eso. Y permaneció allí esperando, quizás, que un último minuto le aportara algo más. Pero no. Miró el reloj e igual que había venido, se fue. Y el decepcionante sentimiento seguía allí. -Idioteces- pensó. -Es una lástima- se dijo. Esto debía pasársele pero el silencio no era un buen amigo. Hay reacciones y formas de comportarse que rozan la línea del egoísmo barato y lo peor de todo es que probablemente nada de esto lo hacía conscientemente, sino que su manera de ser era ser así. ¿Y qué iba a hacer? Pues lo de siempre. Morderse la lengua y regalar la mejor de sus sonrisas...."

martes, 6 de marzo de 2012

No le pidas peras al olmo.

Ya le he escuchado decir alguna que otra vez a Marta eso de no pretendas pedirle peras al olmo. Es cierto que dónde no hay no hay, no quieras pescar avestruces en medio del mar. Cada uno es lo que es y como es. A pesar de eso, mi forma de ser siempre intenta encontrar algo más, por mucho que sepa que no voy a encontrarlo. Mi espíritu observador e indagador es lo que tiene, que no para de funcionar incluso cuando no me lo propongo.

Hay personas que de tan independientes que quieren ser, tan suyas como son, se vuelven despreocupadas de todo a su alrededor y no dan importancia absolutamente a nada. Todo pasa a un segundo plano cuando no se trata de sus ilusiones, objetivos y criterios personales. La inhibición pasa a ser tu mecanismo de defensa, algo como una reacción fisio-psicológica y el silencio se convierte en tu mejor amigo.

Si ya lo digo yo, en realidad el problema es mío, y de nadie más. Nunca esperes demasiado. Ni siquiera esperes. De hecho, hace bastante tiempo que he aprendido a no esperar nada de nadie. De esta forma no hay lugar a decepción alguna. Pero hay veces en que es imposible evitar sentir un poquito de tristeza al darte cuenta que lo que ya sabías es así. 

Y es que ya se lo explico siempre a Marta que lo único que yo pido a las personas de mi circulo es que me aporten algo, que me hagan sentir bien, que sean ellas mismas y que me motiven. Sí, motivación. Ese es el secreto. Sólo un poquito de motivación. Porque cuando yo me desmotivo, mal vamos.


[Hoy, el olmo no es la pera.]

viernes, 2 de marzo de 2012

#momentosenvidiables.

Me encanta esta ciudad. Tiene un no se qué especial.
Sentada en una terracita del café del parque frente al emblemático museo del Guggenheim, me dispongo a pasar la mañana del día de hoy. Una palmera y una coca cola, con su hielo y su rajita de medio limón me acompañan; todo bajo un sol que encaudilaría a cualquiera. Este es uno de esos momentos que yo pondría en mi lista de #momentosenvidiables. Sin ninguna duda.

Mi amiga Elena siempre dice que estos momentos son muy propios de mi; esos momentitos que al parecer no tienen nada de especial pero que se convierten en toda una maravilla; en caviar del bueno para los que saben degustarlo. Suena de fondo la grave voz de Sinatra, con su Fly me to the moon y me da una BSO magnífica para este instante.
No me gusta estar sola, nunca me ha gustado. Supongo que la soledad me agobia pero con el tiempo, he ido aprendiendo a disfrutar de ella y de estos momentos en solitario, sólo para mi. Y me fascinan. Sin plan, sin objetivo ni finalidad, sin reloj en la muñeca y sin necesidad de medir el tiempo a cada segundo. Disfrute máximo conmigo misma, un desayuno, el sol y un paseo entre callejones escondidos o terrazas con paisajes de lo más agradables. Y algún que otro aparatejo para fotografiar el instante. Dicen que momentos como este no es necesario retratarlos para recordarlos pero a mi me encanta hacerlo; creo que en una imagen se guarda las esencias y las sensaciones vividas en el momento y sitio donde hiciste la foto.

Así que os voy a dejar un poquito de mi, de la esencia de este momento que estoy viviendo mientras leo un buen libro y escribo estas líneas desde la bonita ciudad del norte llamada Bilbao.