lunes, 19 de agosto de 2013

Hay que dejar que las personas tropiecen. Tropezar nos hace más fuertes.

¿Por qué siempre acabo en el centro de todo?
¿Por qué cuando sabes que haces las cosas bien, te sale el tiro por la culata?
¿Por qué el simple hecho de querer ayudar a los demás parece que es al revés?
Qué pasa, que no se puede permanecer en un lugar neutro, en el centro de todo? ¿Siempre hay que posicionarse de un lado o de otro?  
Que me hagan sentir tonta nunca ha sido de mi agrado y menos cuando lo has dado todo y sigues dándolo. Sabes que no son momentos fáciles y que aquí todo el mundo está muy sensible. Pero por favor, solo pido que no se precipiten en las decisiones tomadas.

Qué puñetera necesidad tenía yo de meterme en estos jaleos. Cómo si no tuviera ya suficiente con los míos propios. Que por qué?, pues porque por los amigos, yo hago infinidad de cosas.
Y sí, por todos. Aunque sepa que han actuado mal. Todos somos capaces y tenemos la oportunidad de equivocarnos. Una, dos, tres o mil veces. Aunque sepa que hay cosas que en un primer momento están perdidas. Siempre, siempre, siempre les daré mi opinión, nunca se la impondré. Siempre dejaré que ellos mismos sean quien tomen sus propias decisiones y no tomarlas yo por ellos. Por muy perdidos que crea que están. 

Ahora espero..., solo espero a que las aguas vuelvan a su cauce, a que quien debe darse cuenta que yo siempre estuve ahí, despierte de una vez y me lo diga. Ya he dado mi primer paso. Ahora toca a los demás.


Y es que... sabéis una cosa? A la gente que realmente nos importa hay que dejarles que tropiecen con todas las piedras que hagan falta. Marta siempre dice que en realidad, tropezar no es malo, solo que hay que intentar no encariñarse con la piedra.