martes, 30 de noviembre de 2010

La claridad es tan clara que al final, te acabas liando.

Cuando llegas a una edad, y no, no hablo precisamente a mi edad, ni tan siquiera de la edad de Marta..., no, no; me refiero a edades superiores (que tampoco tanto), cuando se supone que la experiencia, la vida, los años y el paso de tiempo te han dado la sabiduría máxima para poder afrontar cualquier situación, resulta que ni todos somos tan perfecto, ni tan buenos, ni tan extraordinarios para según que cosas.

Nos liamos. Nosotros mismos nos liamos solos, y es que según nuestro yo interior, todo está claro claríssimo. Pero no es así. Muchas veces, por dejarnos llevar por la senda de la vida, perdemos el norte, el sur, y hasta el este u oeste. Todo uno mismo se equivoca y ya lo dicen, para aprender, hay que equivocarse. Pues así sea. Pero quizá llega una mañana es que te levantas, te vuelves a mirar al espejo antes de entrar a la ducha y te sientes perdido. Sin quererlo ni beberlo estás en embrollos que ni te van, ni te vienen y que ni siquiera sabías que había la posibilidad de estar en ellos. Pero estás. Allí estás tú, a las 7:00 de la mañana, mirándote al espejo y dándote cuenta que los jaleos vienen como vienen. Y todavía tienes que desayunar antes de salir corriendo.
Las posibilidades son infinitas y no se puede ir de tonto por la vida ni dejándose llevar. Déjate de confusiones y/o ambigüedades. Cada uno debe llevar su propia vida.
Eso sí, si algún día nos vemos en situaciones confusas, no nos engañemos, evitemos rodeos e imprecisiones, centrémonos y plantemos (nos) cara y nunca intentemos arreglar en los demás lo que precisamente, uno mismo necesita. Y es que ya se sabe, siempre es más fácil todo en boca o piel de los demás que en uno mismo.

Hay que vigilar con todo. Con nosotros, los amigos, los compañeros, los desconocidos de la parada del autobús y hasta el vecino de la casa de al lado.
Porque, como dice Marta, ni los tontos son tan tontos, ni los sinceros tan sinceros, ni los legales tan legales, ni los claros, tan claríssimos.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Dicen.

Dicen, que cuando no tienes inspiración para escribir es que nada te pasa en tu vida diaria, es que nada sientes en tus ratos libres y es que en nada piensas cuando caminas sola por la calle.

Dicen, dicen, dicen; Y si dicen, pues que digan, que al final, todo es mentira.

El mundo es tan tremendamente pequeño que se reduce a un pasillo del clínic.

Hay veces en que yo no me explico si realmente las casualidades de la vida son eso, simples coincidencias. O eso o es que nosotros las propiciamos favoreciendo al destino para que se produzcan.
No se, es extraño. Vale que eso de ser médico, estar en el mismo país y moverse de un lado para otro dentro de un radio de 2500 kilómetros puede ayudar, pero yo me sigo sin explicar eso de encontrarse en medio de un pasillo del Hospital Clínic una muy buena amiga gallega, con la que se había perdido el contacto, que te trae grandes recuerdos y.... sin quererlo ni beberlo, de repente, un día y sin avisar, os cruzáis en exactamente el mismo lugar, en el mismo momento y en casi la misma situación.

Es entonces cuando os abrazáis y todo el tiempo que os separaba, se reduce.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Y si...

Querida Marta,

"Y" griega y "si" son 3 letras que en sí mismas no suponen ninguna amenaza, pero si las colocamos juntas la una de la otra, podrían atormentarnos el resto de nuestra vida.
Y si..., y si..., y si...; no se como terminaría la historia pero lo que sí se es que sentiste un gran amor, porque nunca es demasiado tarde; si entonces fue tarde, ¿por qué no iba a serlo ahora? Sólo te falta valor para seguir a tu corazón. No se que se siente al amar como Julieta; un amor por el que se abandona a los seres queridos, un amor por el que se cruzan océanos; pero quisiera creer que si alguna vez lo siento, tendré el valor de aprovecharlo.
Marta, si tú no lo hiciste, espero que en algún momento lo hagas.
Con todo mi amor,
Clara.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Sorpresa revolucionaria.

Y mira que yo me pensaba que mi profesor de prácticas de cirugía no se enteraba de nada.... y mira por dónde, hoy, casi le ha faltado hacer un meeting. Que le das la mano, le tiras un poquito de la lengua y lo suelta todo. Menudo líder revolucionario de masas, señores. Si es que ya lo decían hace más de una década..., que los odontólogos, al final, no nos comeríamos un colín.
Me proclamo, odontóloga rebelde sin causa. O con causa. Ya ni se.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Superstar. Pero sin estrella. Con asterisco.

Un vestido negro, plisado, lazo al cuello y fucsia en el recogido. Así vi a Marta el otro día cuando la visité en su antigua residencia de verano del norte.
La llamé el domingo anterior para preguntarle que cómo estaba y que qué había sido de su vida en estos últimos meses.
Me dijo que había decidido tomarse un respiro, dar un nuevo rumbo a su vida y empezar a disfrutar. Que se había cansado de la monotonía de la vida diaria de estos últimos años y que además, después del incidente precipitado de aquella noche de 6 de junio, ya nada volvería a ser como antes. Que había visto correr toda su vida en imágenes en cuestión de segundos cual cuadros de museo a velocidad infinita. ¿Y sabéis qué? Todas esas imágenes no le habían gustado. Había visto lo desdichosa, infeliz, triste y escondida en si misma que parecía. Pero ahora, por fin había despertado.

Para mi, Marta siempre ha sido una superstar, una heroína de pies a cabeza, una pedazo mujer, mi amiga la que todo lo sabe y la que siempre tiene la razón aunque yo le lleve la contraria. Lista, profesional, seria pero desvergonzada en muchos de sus aspectos. Tabú durante siglos, pero que poco a poco se va realizando. Tierna, dulce y muy apasionada. Caramelo de miel. A veces, hasta abruma, pero que no cansa ni empalaga. Esa es Marta.

La vi algo decaída pero sonriente. Marta siempre sonríe; sonríe y ríe; suceda lo que suceda. Ella y su escudo interior. Me dice que no, pero yo siempre digo que aquellas personas con risa profunda, instantánea, abierta y directa son las más verdaderas, sinceras y espontáneas pero que al mismo tiempo, son personas que esconden un interior muy suyo, muy elaborado e incluso, demasiado racional. Es por eso que creo que me llevo tan bien con Marta. Porque soy todo lo contrario; Tengo sonrisa infinita pero risa silenciosa con mundo interno algo tarambana, muy desequilibrado y lleno de locuras.

Desde que conozco a Marta, ella siempre me ha aconsejado y ha estado para mi. Ahora, yo voy a estar para ella.

¿Eso hacen los amigos, no?





Superstar de asterisco, sin duda. Muy peculiar toda ella.