domingo, 26 de enero de 2014

La melancolía perezosa de un domingo.


Es domingo, son las 19:22 y ya voy de vuelta. En este preciso momento acaba de terminar mi fin de semana. Estoy sentada en el tren, con la maleta apoyada en mis piernas y un hombre de fondo tocando la guitarra con acento francés. Es la primera vez que tengo esta sensación. No quería volver. Hoy no. Hoy quería quedarme en casa con mi família. Supongo que ya iba siendo hora y soy consciente que es de lo más normal. Marta me recuerda que echamos de menos aquellas cosas que nos aportan momentos únicos. Y es totalmente cierto.

Este fin de semana ha sido intenso, pero no por la cantidad de cosas que he hecho sino por lo que me ha transmitido lo vivido. Agarrar las llaves de un coche que vas a conducir tú sola por primera vez hacia algún lugar ha sido una especie de un antes y un después. Muchos diréis que no es nada del otro mundo y que a mi edad ya era hora. Que soy una llorona extremadamente sentimental. Y que las lagrimillas son absurdas. Ok. Lo admito. Pero es que absorber hasta el más mínimo detalle de cada momento es lo que tiene. Y a mi, me sale por los ojos. Qué queréis que os diga.


Me gusta sentir la adrenalina de tomar una decisión en el último momento, girar a la izquierda, y tras esas curvas interminables, conseguir hacer algo que llevas meses, incluso años imaginando. Y sólo para saludar y regalar una sonrisa. De forma clara, rápida y sincera. Con la mejor de las intenciones. Sin pretensiones ni premeditaciones. Espontáneo. 
Me gusta poder quedar para hacer el vermutillo un domingo entre risas de toda la vida. En el pueblo de siempre. Con los de siempre. Sin necesidad de pensar cuánto falta para el próximo tren. Ponerte música que resuena en las 5 puertas y sentir ese solecito que entra por el lateral creando un ambiente idóneo. 
Me gusta, por fin, tener carné de conducir. Nunca imaginé que pudiera significar tanto. 

Crear momentos especiales de algo tan poco trascendental y cotidiano es lo que he hecho durante este fin de semana. Un coche, una sonrisa, un sofá blanco, una polaroid, amigos, cervecita, sol, domingo. Instantes. Marta siempre dice que nos damos cuenta que extrañamos algo cuando verdaderamente somos conscientes de las sensaciones que nos aportan las cosas. ¿Y sabéis que? Esta vez, creo que tiene toda la razón. 

jueves, 23 de enero de 2014

La cocina hace amigos.

- Creadora de momentos, encantada.

A veces me pregunto si existe alguien que piense como yo. Alguien que sea capaz de hacer las cosas sin interés ni necesidad. Sólo porque cree que hay cosillas que son necesarias para ser feliz en esta vida. Y esta vez, creo que me había topado con uno más o menos de mi especie.

En ocasiones, estar a 100 km de tu familia hace que de vez en cuando se te despierte esta necesidad por sentirte un poquito acompañada y echar de menos cosas que antes ni imaginabas. Y vivir en Lloret de mar, a pesar de ser toda una experiencia para mi misma, enciende esas ganas por la tortilla de patatas de la mami, la paella los sábados o el cocido calentito en la mesa. Ya se sabe, vivir solo hace que puedas subsistir a base de macarrones, ensaladas, queso de cabra y atún. 

Jueves. Día libre. Un tweet un par de semanas antes había sido la clave. Y de la forma más normal, alguien se ofrecía a cocinarme uno de mis platos más ansiados. Y no sólo eso sino que además, se venía a comer conmigo y acompañarme.
Sí, lo había visto una vez en mi vida. Sí, no lo conocía de nada. Sí, estaba a una hora de trayecto. Y sí, era jodidamente curioso que alguien hiciera algo así por mi. Ya me lo dijeron una vez. Twitter es lo que tiene. Y los amigos en común, también. Pero es que sabéis qué, yo, por los desconocidamente conocidos, también hago este tipo de cosas. Y sin pensármelo dos veces. Soy así.
   
Romero, tomillo, un toque de microondas y media barra de pan. El lugar era lo de menos, el cómo y cuando, también. Chuparme lentamente cada dedo de mi mano era lo más. Momento espléndido. Os puedo asegurar que aquellos habían sido los mejores pies de cerdo del mundo mundial jamás probados por mi paladar. Y aquello, aquello sería siempre recordado con una sonrisa de oreja a oreja esperando a que la próxima vez, no tardará en llegar. 

Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. (Un solo gracias no sería suficiente)

lunes, 13 de enero de 2014

El magnetismo del primero.

Marta siempre dice que tengo como una especie de aura a mi alrrededor. Ese magnetismo que desprende buenas vibraciones y que las contagia. Me gusta escuchar eso porque es precisamente lo que pretendo. Soy así y me gusta ser así. 

Ha pasado la primera semana desde que empecé con todo esto. Y parece que mi cuerpo se ha puesto de acuerdo para hacermelo un poquito más difícil de lo que podía ser. 38,5º. Fiebre. ¿Tenía que tener fiebre en mi tercer día de trabajo? Nadie dijo que esto fuera a ser fácil. Se que tengo 26 años y que cualquiera me diria aquello de "yo a tu edad ya llevaba muchos años trabajando", pero las cosas van así. Mi vida ha ido así y hasta ahora no había llegado el momento. Pero ha llegado. 

Podría describir la primera mañana que sonó mi desperador a las 8:30 habiendo pasado mi primera noche en Lloret. Podría decir que los nervios se me iban a salir por los ojos y que la incertidumbre de lo desconocido me iba a matar el estómago pero también podría describiros cómo me miré al espejo y me dije: "Clara, tú puedes". Creo que siempre recordaré el instante en que llegué al CAP y me dijeron que tenía un paciente. Mi primer paciente como odontóloga en el ambulatorio. Manuel se llamaba y tenía que sacarle una muela. Sus nervios eran comparables a los míos. O eso parecía. Peró fué sentarme en mi silla, mirarle, sonreírle y ambos supimos que en ese momento todo iba a salir bien. Y así fue. 
Se que se sintió bien y percibió mi magnetismo y mis buenas vibraciones porque al irse me agradeció infinitamente que aquello que suponía que iba a ser un rato tremendamente traumático, le había ayudado a entender que hay dentistas que logran ver algo más allá de una boca y unos dientes. Detrás de todo eso, también hay una persona.

Y aquella mañana, aquel hombre de 68 años, Manuel, con su pelo canoso, su expresión temblorosa y sus ojos de miedo al dentista, sin él saberlo, había abierto la veda. Mi veda al mundo laboral.

lunes, 6 de enero de 2014

Momento clave.

Lloret de mar. He llegado. Aquí estoy. 

Hoy es día 6 de enero del 2014. El dia 6 de enero de 1976, mi padre salió de casa para ir a la mili. Y el mismo día del año 1928, nació mi abuelo paterno. Quizá sean casualidades, coincidencias o que es el inicio del año laboral tras las navidades. Sea como fuere, parece que es una fecha importante en mi familia.

Sentir el abrazo de mi padre apretandome contra su pecho ha sido cómo si le arrancaran un trocito de él mismo. Muchos pensaréis que 100 kilometros de distancia tampoco es tanto pero empezar a vivir en un lugar desconocido, con gente desconocida y sin saber qué depara el futuro, es al menos, inquietante.
Acaban de marcharse y me he quedado sola. Miro a mi alrededor. La habitación es pequeña pero me parece acogedora. Me siento en mi cama y me quedo un rato en silencio sepulcral. Analizo mi situación y cómo voy a estar a partir de ahora. El estómago me da vueltas. Tengo unas inmensas ganas de llorar y el pánico me sobrecoge de arriba a bajo. En realidad este va a ser mi primer trabajo desde que terminé y ni siquiera se si voy a ser capaz. Como dice mi tía, si he podido sobrevivir a una caída de 7 pisos cual gato aventurero, puedo con todo. Incluso con esto. Ser dentista tiene sus cosas buenas. O eso dicen. 


Mañana va a ser definitivamente mi primer día; ese que nunca se olvida. No se ni cómo voy a estar, ni cuantos pacientes voy a recibir, ni siquiera cómo va a ser la gente con la que voy a compartir mi día a día. Sólo se una cosa, que voy a dar lo mejor de mi a todos y cada uno de mis pacientes.

Me gusta ser dentista y se que sirvo para ello. Mientras escribo estas lineas, una lagrimilla resbala por mi mejilla. Este es un momento clave para mi, un ahora y un después. Me acabo de dar un tortazo con la realidad pura y dura. Hoy es el inicio del resto de mi vida. 

jueves, 2 de enero de 2014

2014.

Estos últimos meses han sido una revelación para mi. Como un vuelco a mi vida. Una horneada a fuego lento del pastel principal. Un cambio radical frente a un espejo lleno de bombillas. De esos largos espacios de tiempo que pasan en un suspiro. Subir a una montaña, inhalar todo el aire que se pueda y soltarlo lentamente. Sin ahogo pero con ese nosequé que hace despertar las ganas de despegar. 
Así ha sido. 
De ahí mis silencios por aquí. Porque me he dedicado a vivir más que a escribir. He abandonado completamente estos posts. Pero tranquilos, que no he muerto. No ha sido sólo aquí. He disminuido la frecuencia en las redes sociales y he optado por tomarme hasta el último sorbo de cada momento. Seguir aprendiendo y conociendo todo lo que, aún, parecía desconocido para mi. De esas cosas que nos creemos unos sabelotodos pero que en realidad no conocemos ni la mitad. Y dejarse llevar por un yo interno, que aunque en algunas ocasiones parezca de lo más incongruente, es el que me hace disfrutar de las pequeñas y grandes cosas.

Y ahora, me encuentro aquí, con un año nuevo que ya ha empezado casi sin avisar. Porque señores, el dosmilcatorce ya ha llegado. Y arranco con unas fuerzas infinitas. Fuerzas exageradas combinadas con ese miedo incontrolable que decide salir cual mariposas revoloteando desde el fondo del estómago. 
Un lugar nuevo, una casa nueva y un cuento nuevo. Una historia que quizás pueda ir explicando o quizás me la guarde para mi. Con un inicio inquietante y desconocido, un pronóstico de desarrollo emocionante y sin final esperable. 

Marta siempre me recuerda que sirvo para esto. Que estudié lo que quería estudiar y gracias a eso, hoy soy lo que quiero ser. O voy a serlo. Que la sensación de miedo es totalmente normal y necesaria en este momento pero que, de aquí a un tiempo, cuando menos me lo espere me va a parecer de lo más graciosa. Debo confiar en mi y en mi capacidad por hacer las cosas. Voy a hacerlo bien. 
¿Y es que sabéis qué?
Si el pasado año fue uno de los más complicados para mucha gente, voy a poner toda mi energía para que este 2014 sea, sin duda, mi año. 

#felizañonuevoseñores