domingo, 21 de septiembre de 2014

Car.

Ey, sabéis qué?

Tengo coche y es mío. 
Es blanco pequeñito, 5 puertas, 6 airbags, con el morro achatado y con un maletero de risa, pero es mío y me hace gracia. 
Ahora solo falta no volver a las andadas. No tener esa extraña manía de liarla parda yendo sobre 4 ruedas.

¡Yey!

viernes, 19 de septiembre de 2014

Conversaciones conmigo misma en el tren.

En realidad, tengo que reconocer que me gusta ir en tren. El traqueteo me relaja. Sobretodo a estas horas de medio sol. Me da en la cara y es agradable. Son las 18:15 de la tarde, es viernes. Veo el mar desde el vagón y en cada estación, absorvo su brisa marina desde aquí.

El tren me ayuda a pensar, a ordenar mis ideas, a volver a mis orígenes, a darme cuenta lo que ha cambiado todo. Extraño muchísimas cosas. Me da tiempo para dar vueltas a historias y pensamientos que el día a día no me deja, y eso, me gusta.

Me pregunto cómo estarás tú, como estará ella o cómo le irá al hermano de la vecina de en frente. Todas esas personas que sea como sea, siempre serán importantes en mi vida. Y sonrío. Sonrío porque es lo único que siempre he sabido hacer. Y me gusta hacerlo. Sólo porque sí. Y para mi misma. Marta siempre dice que por más que haya mil cosas por las que estar triste, siempre habrá una más por la que sentirse feliz. Y las hay. De una forma u otra, deseo que todo esté bien. Además, es viernes. Y los viernes no son como los domingos. Así que, momento zen.

Miro el reflejo del cristal. Me veo a mi, con cara de cansada, una trenza al lado y el flequillo resbalando sobre mi nariz. Me hace cosquillas. Me acuerdo en un gran amigo que una vez le dió importancia a mi flequillo, tanta que me lo puso de mote. Vuelvo a sonreír. La semana ha sido dura y el día de ayer ni quiero recordarlo pero sabéis qué, hoy es viernes y me voy de cena. Entre amigos, risas y buen vino, todo lo negativo, se desvanece.