domingo, 10 de julio de 2011

Menuda mente la de Marta.

Caminaba por las iluminadas pero oscuras calles estrechas del gótico. Era tarde y en una de las esquinas sonaba una guitarra en su estilo más acústico, dando melodía al paseo entre amigos de esa noche. La conversación fluía, los silencios eran adecuados y parecía que lo común y cómodo iba a apoderarse de la situación. Todo correcto, a veces poca profundidad y otras lejos de lo superficial, el rato pasaba.
Es como uno de esos momentos que te parecen eternos en los que de repente no sabes qué decir, ni qué contestar porque lo único que se te antoja es el frío de esa pared. Y es entonces cuando te viene a la mente trocitos de instantes como este:

"Y cuando la penumbra se apoderó de la situación, esas paredes frías ansiaban su fuerza y su desgarro, y así sentir la inmensidad de ese deseo constante que posiblemente sólo era producto de su imaginación. Aquella esquina perdida entre rincones estaba a punto de observar las ganas de la noche, el deseo del pensamiento y los suspiros incontrolables que iban a salir de ahí. Y fue entonces cuando le miró, lo acercó a ese muro helado sin avisos ni pretensiones y le hizo partícipe del descontrol más ansioso jamás imaginado. Ahora, no iba a detenerse  y sin duda, las manos ajetreadas tenían una avance despiadado. Un encuentro fortuito, eternamente lento, rápidamente pasional y estrepitosamente sexual, había dominado su pensamiento. Pero él, jamás lo sabría."

Marta siempre dice que la mente, en ocasiones, puede asustar, así que reduzcamos todo al silencio y al dejarse llevar. 

1 comentario:

Jerry García, a.k.a. stup_id dijo...

extranyo ese gotico.. y esos pensamientos a tu lado...