sábado, 28 de julio de 2012

Todos deberíamos tener mil primeras veces.

Aishhh. 
Sonaba como una exhalación que desprendía obligación, pocas ganas y pereza. Era una sensación como cuando un familiar te pone el vídeo cansino de sus vacaciones en el caribe. 
El primer abrazo tampoco es que fuera lo mas. Sólo faltaban unas palmaditas en la espalda y entonces ya hubiera sido unapaga y vámonos
A Marta, eso de reencontrarse tras un gran viaje, la experiencia de toda una aventura y las sensaciones vividas, le entusiasma a más no poder. Se sentó y escuchó atentamente para no perder ni un detalle. Pero no estaba recibiendo lo que había imaginado. La emoción no llegaba y la verdad, era una lástima. Al no notar esa sensación positiva, se iba apagándo más. Y eso, creo que no ayudaba demasiado a crear momentos de sonrisas de lo mas amistosas.

Es posible que Marta sea una creadora innata de expectativas. También es posible que no tenga remedio y siempre tienda a emocionarse con cualquier cosa, crear grandes historias de diminutos instantes que probablemente su cabeza haya formulado de la forma más filosofal posible. 
Pero es que sabéis qué? Sin todas esas montañas rusas mentales, todo sería demasiado aburrido. 

Dicen que hay cosas especiales que de tanto realizarlas, uno se acostumbra y dejan de ser cautivadoras y emocionantes. Dicen, porque yo, sin duda, discrepo. De hecho, estoy casi segura que hay cosas a las que jamás deberíamos acostumbrarnos. Sentir todas las veces como si fuera la primera vez. La primera vez que subes una montaña, la primera vez que cruzas una frontera, la primera vez que te encuentras solo en medio de la nada, la primera vez que llegas al punto final o la primera vez que que te has dado cuenta de todo lo que eres capaz. Esas primeras veces son las que te enseñan a disfrutar del preciso momento en el que te encuentras. Te enriquecen.
Marta siempre dice que deleitarse del recuerdo del pasado es exactamente lo mismo que recrearse en el futuro próximo. Que debemos sentir el ahora, el ya y el hoy. 


Y sí. Es posible que una sorprendente tortilla de patatas, no sea la mejor forma de festejar un punto final repleto de cansancio. Y seguramente un frappé de caramelo a media tarde, tampoco lo sea. Es posible que todo lo que diga Marta se tome a la ligera. Pero a pesar de eso, ella va a seguir en sus trece de que todo debería celebrarse por todo lo alto, incluso los momentos que tachamos de prescindibles para el recuerdo. Con emoción y ganas. Sin suspiros exhalativos. Porque esos precisos momentos, habrán sido disfrutados, como una primera vez. Y las primeras veces, las recordamos siempre.

1 comentario:

Jinete_Nocturno dijo...

Me ha gustado esta entrada.
Ciertamente, el único momento en que podemos vivir, el único momento en el que podemos hacer o dejar de hacer en la vida, el único momento real de la vida es AHORA.