lunes, 20 de agosto de 2012

La H de la noche.

"Mira, tú llevas vestido, y yo no."
"¿Y qué?" -no lograba entender.-
"A veces llevo pantalones cortos de fútbol."
"Ahá."


Sí, me llamó la atención que dijera eso. Su hombro estaba al descubierto y la melena caía sobre él. Las luces se acompasaban con la estruendosa música del lugar.

Me sentía cómoda a pesar de ser la primera vez en mi vida que me encontraba en una situación como esa. El combinado azulado de la copa con un par de hielos de Blue Tropic con no se que más, hacía rato que había llegado a lo más profundo de mi ser, así que era completamente consciente de lo que estaba pasando. Sí, soy algo vulnerable al alcohol, admitámoslo. Es lo que tiene no beber asiduamente.

Me miró, se acercó a mi oreja y me dijo, ven. Me dió su mano y la seguí. Temblaba. Ese era uno de esos momentos en que no tienes ni la mas remota idea de qué va a ocurrir. Sonreír era la mejor opción. Quizás así escondería los nervios. Me daba miedo y a la vez me invadían mil emociones juntas. 
Nunca jamás me hubiera imaginado algo como aquello. De repente, tras un escalón, sentí la pared fría chocar contra mi espalda. Su dedo índice apartó el flequillo de mi cara, y tras clavar sus ojos en los míos, la humedad de sus labios envolvió el instante.

Asombrosamente, la salida de esa noche, se había convertido en una aventura de lo más sorprendente, altamente inesperada y muy, pero que muy estimulante.

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