miércoles, 19 de septiembre de 2012

Buen momento.

Sentía como las gotas iban cayendo de forma casi resbaladiza cuello a través. Hacía calor. Mucho calor. Por dentro y por fuera. Y lo odiaba. Las medias oscuras le oprimían a mitad de muslo, ciñéndose bajo un bordado de lo más sexy. 
En ese momento podía sentirse como quisiera, hacer lo que quisiera, pensar lo que quisiera, incluso, decir lo que quisiera. En ese momento nadie iba a juzgarla por nada. Y eso, eso le encantaba. Hacer lo que a uno le plazca, traer a la realidad pensamientos de lo más inverosímiles no se puede hacer en cualquier situación. Ni con cualquier persona. Pero, casualmente, sentada en esa mesa de madera, mirando fijamente y con los ojos clavados al frente, Marta era lo más. Lo obsceno, oscuro e impetuoso iba a apoderarse de la situación. Liberada.
Aquello prometía. Y prometió. 

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