.png)
En ese momento podía sentirse como quisiera, hacer lo que quisiera, pensar lo que quisiera, incluso, decir lo que quisiera. En ese momento nadie iba a juzgarla por nada. Y eso, eso le encantaba. Hacer lo que a uno le plazca, traer a la realidad pensamientos de lo más inverosímiles no se puede hacer en cualquier situación. Ni con cualquier persona. Pero, casualmente, sentada en esa mesa de madera, mirando fijamente y con los ojos clavados al frente, Marta era lo más. Lo obsceno, oscuro e impetuoso iba a apoderarse de la situación. Liberada.
Aquello prometía. Y prometió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario