viernes, 7 de septiembre de 2012

Porque todos tenemos nudos de medianoche.

La esencia de escribir en el momento. En ese preciso instante en que sientes. Ahora. Necesito escribir. Últimamente pospongo cualquier escrito, y lo hago porque me conozco bien. Si no me ocurren cosas satisfactorias, ni a mi ni a Marta, es imposible que salgan buenas líneas. 

Hacía tiempo que a estas horas de la noche no sentía un nudo en la garganta y es que soy imbécil. Imbécil de verdad, pero no tengo remedio. Marta siempre dice que llego a crear vínculos muy característicos con gente especial. Yo le digo que la especialidad no está en esa gente sino en los propios vínculos que crean conmigo. Pero con el tiempo, estos propios vínculos, pierden intensidad. Sientes que empiezan a perder su valor, que la cosa no es bidireccional, que el tiempo, la vida y la lista de preferencias de cada uno muchas veces olvidan qué significa una amistad. Pero no una amistad cualquiera, sino una totalmente desinteresada, sin finalidades ni objetivos mas que pasar buenos ratos, compartir confidencias, gustos, anhelos, sueños o cosas corrientes. Poder hablar sintiendo que están interesados en escucharte y que si lo necesitas, estarán ahí. No hablo de un primer plano, ni siquiera a veces de un segundo, pero quizás de un tercero o un cuarto, sí. Pero no, casi siempre acabas siendo el suculento e instantáneo postre, que te aderezan y condimentan para la ocasión sin tener en cuenta que quizás, en la próxima comida, te gustaría ser el entremés. A los entremeses siempre se les tiene en cuenta, no?

Tiendo a ver muchas veces las cosas con buenos ojos, a mirarlas desde una perspectiva dónde solo se ven las mil maravillas. Marta siempre dice que casi siempre idealizo un poquito a las personas, pero no es cierto, yo solo les realzo las cosas buenas que tienen. Y si no las tienen, las invento.

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