martes, 10 de agosto de 2010

Tierras del norte.


¿Cuándo has tenido que moverte 3 veces mientras tomas el sol en la playa porque si no el agua del mar te pone chorreando? Nunca, excepto esta vez.
El cantábrico es lo que tiene, las mareas, que tocan los cojones un rato.

Me quedo con todo, con las playas, con los pintxos de queso y arándanos, con las noches lluviosas, los días soleados, los callos de mis manos por ser una principiante en piragua, con los atardeceres en naturaleza, con los ambulatorios que ponen musica en català, con la frase "ir al monte", con todos los abuelitos que te indican hacia una dirección cuando en realidad el lugar que buscas está hacia la otra, con las calles del casco antiguo de Bilbao, con el paseo por alrrededores de Guggenheimm, con el olor a hierba acabada de mojar, con el puente colgante, con los pueblecitos de pescadores y con los castillos de príncipes y princesas.

2 comentarios:

alea dijo...

Es lo bueno de las mareas. No te dejan acomodarte. Es lo malo de las mareas. No te dejan acomodarte. Pero al final, es un reflejo de la vida. Las cosas vienen, van, vuelven a venir, aunque te guste, aunque te importe, aunque te duela. Por eso, en esta tierra, siempre se te acogera con los brazos abiertos, y con una tabla de pintxos en la mesa. Aunque al ir al monte aparezcan de extras unos morros tan intensos,la marea siempre baja.
Cuidado con la toalla!!!!

El Crostó dijo...

Una vegada a Sant Sebastian, amb la tia, la marea va pujar molt depressa i s'ens va mullar tot el que portavem.