viernes, 4 de marzo de 2011

Divagaciones. La libertad que necesitamos.

Recuerdo el año que hice la selectividad, ahora ya hace algún tiempo... era el examen de lengua y literatura castellana y curiosamente, en el ejercicio de redacción, la Clara eligió un tema fundamental: El espacio personal. No se, me salió. Dicen que en momentos de estrés y ansiedad, a uno le viene a la cabeza lo más necesario, y a mi, me vino eso.

Es curioso porque yo siempre he pensado el por qué uno se siente tan insufriblemente incómodo dentro de un ascensor. Es como que la excesiva proximidad, la cara de uno demasiado cerca de la de otro, hace que no paremos de mirar el reloj, el móvil o las llaves, que miremos al suelo, nos pongamos de perfil y contemos los pisos con una cierta impaciencia esperando que el viaje acabe cuanto antes. Eso, si no tienes el compromiso de hablar con el vecino del 6º, y encima, lo único que se te ocurre decir es: "Qué día más caluroso hace hoy, o qué frío esta mañana". Ya lo dice mi padre, el tiempo es el tema de conversación por excelencia de un ascensor.
Vale, hasta ahí, todo claro. Eso es lo que yo llamo, el espacio personal entre personas mas o menos conocidas o desconocidas. Ok, bien. Yo pondría..., que el necesario entre conocidíssimos/amigos son de unos 20 a 30 cm, para los conocidos unos 45 cm y para los desconocidos, 60 cm entre ellos y yo.

Y luego, luego está el otro espacio personal. Llamémosle espacio personal, espacio individual o libertad. Éste es el que hay (o debería haber) entre una pareja.
Mirad, el otro día me enteré que un amigo de Marta se había reajuntado y casado. Lo único es que ahora iba con el cuento ese de "Yo sabía que la vida en pareja implicaba hacer un cambio, pero no que tuviéramos que diluirnos en la presencia del otro para existir. No siento que haya ganado a una compañera, sino que perdí mi independencia".
A ver a ver a ver..., cuando Marta me citó esas palabras del amigo, pensé: pobre...y eso que es solo el principio. Y dudo que el amigo de Marta haga mucho por cambiar esa situación. Vamos, que acabarán pasando 10 años, y la historia seguirá igual, o peor. Sin espacio, sin desarrollo de uno mismo y con absolutamente todas las actividades compartidas.

Maaaal señores, mal. Vale, sí, hay que tener cosas en común, pero no hace falta estar las 24 horas (que casi parecen 48), en máxima fusión. Así se pierde algo primordial para todos, la libertad. Por que sí, necesitamos libertad; de esa libertad personal que no te impida vivir un día a día diferente cada vez, interactuar con distintas personas, tener independencia para poder hacer las actividades que nos agraden y sobretodo, no caer en rutina.

Mientras tanto, conversando con amistades, observando en el metro a desconocidos o sentada en un banco de la plaza central de la ciudad, voy viendo como la gente de la sociedad actual cada vez necesita más de esa libertad, de esa autonomía, autosuficiencia o autodeterminación. Para ello hay quién respeta esa independencia el uno con el otro, hay quién busca relaciones a distancias largas, hay quién no se compromete e incluso, hay quien prefiere cambiar de pareja, como de moto. A ver si así, la próxima moto, le da más libertad.

1 comentario:

alea dijo...

Y tu? Eres de moto? Porque libre, lo eres... sin duda... pero... también te gusta sentirte arropada, conocida, acompañada... ¿donde está el equilibrio? El mio..... creo que aún en búsqueda y captura!