lunes, 14 de marzo de 2011

El gusiluz y el seat127.

Hoy, después de una corta y repetitiva discusión con mi padre para que deje de fumar que ya cansa de lo usual que es, le he dicho que como no lo deje por sus propios medios, voy a llevarle a que le metan unas de esas charlas (que él tanto suele desprestigiar) para a ver si así, consiguen que un exfumador, actualmente fumando, se sienta un poco más culpable y peor de lo que yo pretendo hacerle sentir cada vez que le digo lo horrible que huele el tabaco, lo terrible que es y lo horroroso que nos sienta a los demás; -vamos, nada fuera de lo que se suele argumentar-.

Habitualmente, cuando empiezo a darle la paliza con el tema, su respuesta es silencio sepulcral o meterse uno de esos cigarros que se han puesto tanto de moda últimamente en los que chupas cual pajita de un vaso de Coca-cola durante una peli de cine, y en vez de saciar tu sed, lo que hace es encenderse una lucecita; como si un gusiluz fuera a converstirse en ceniza, pues igual.

En fin, que hablando y hablando con mi padre, la conversación se ha desviado a algo que me ha sorprendido. Lo que yo digo, casualidades.
Hace relativamente poco, supe acerca de un destino privilegiado que enloquece a amantes de las motos que viajan de todos los puntos de Europa. Un viaje que por lo ue se ve es una de las mayores experiencias del mundo de las dos ruedas. Ese lugar es el llamado Cabo Norte, al norte de Noruega, en la comunidad de Nordkapp. Tengo que reconocer que hasta el momento en que empecé a leer acerca de ese sitio, no tenia ni idea de que exixitía un sitio como tal (vale, sí, soy una inculta de la culturilla general, lo reconozco), pero ya poco a poco he ido sabiendo hasta varias rutas para llegar allí.

La cuestión es que mi padre, el Señorito González, en sus años mozos, cuando molaba y se pegaba viajes a diestro y siniestro, cogió un seat127 (vale, sí, son 4 ruedas, no dos) de color verde, y se fue hasta Cabo Norte. ¡Toma ya!

Un punto más para mi padre.

No hay comentarios: