miércoles, 20 de abril de 2011

#viajefinaldecarrera

Después de hoy, puedo decir que la Clara ha creado una resistencia al jetlag. Eso sí, me he levantado a las 12 de la mañana.
En fin, un balance general. Bien, ha estado bien. Sus más y sus menos. Momentos magníficos, eso sí, pero he descubierto algo, no me gusta viajar en grupo y mucho menos en grupos grandes. Y nosotros éramos 63. A mi me va más eso de las cortas y pequeñas distancias en una conversación en grupos reducidos, porque luego, intentar conversar y relacionarse con chiquicientosmil, nunca sale bien. Por todo lo demás, genial.

El viaje de final de carrera ya se ha terminado, ha acabado, pasó, y se esfumó sin casi darme cuenta.
Eso sí, tengo que decir que mi tercera visita a México no ha sido sólo para tener un tercer sello en mi pasaporte, sino porque esta vez ha sido una manera más, y diferente a las anteriores, de visitar tierras mexicanas y debo reconocer que me quedo con las anteriores veces. Creo que prefiero la aventura y lo inesperado, la desesperación del qué puede pasar y la inseguridad de cómo vas a afrontar situaciones concretas; la vergüenza de pedir un taxi y regatear el precio de vuelta, porque sí, en México todo se regatea, al menos, si vas de visitante.
En fin, que eso de tenerlo todo hecho, que absolutamente todo te lo hagan, te lo den, te lo pongan, te lo quiten, que tengas a tu servicio autobuses que te pasean de allí para aquí, que todo esté programado y que te miren como a un cebo del que se puede chupar la mayor cantidad de dinero, no mola mucho. A mi me va más el plan mochileo.

Y vale, sí, el macroresort del hotel Gran Palladium era impresionante, todo hay que decirlo y la pulserita es lo más. Me encanta eso de salir de cualquier restaurante haciendo un "sinpa" sin que te persigan, poder ir a cualquier barra y pedir lo que se te antoje en ese preciso momento o cambiar tu toalla por una nueva, limpia, planchada y calentita sin necesidad de poner una lavadora. Qué queréis, a lo bueno, todo el mundo se acostumbra rápido.

Ahora, de nuevo por aquí, con mil historias, mil fotografías, mil recuerdos, mil instantes y mil canciones que cada vez que lleguen a mi oído, de forma súbita e inesperada, me transportaran por un momento a las playas caribeñas de la riviera maya.
Porque un final de carrera, pasa, se esfuma, se evapora, y con el tiempo se desvanece, pero nunca, nunca, nunca se olvida.





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