lunes, 26 de septiembre de 2011

Hay profes que molan.

Definitivamente las cosas que a mi me suceden ya sabemos todos que no están dentro de lo habitual y común. Digamos que mi poca vergüenza, mi curiosidad  y mi gusto por los recuerdos, las anécdotas y los reencuentros hacen que acabe en casas ajenas charlando hasta altas horas de la noche compartiendo  una estupenda velada.

Y es que hoy os voy a hablar de una relación muy especial que he mantenido desde siempre con mi profesora de inglés desde que yo tenia 12 años. Ella se llama Aurora, es estupenda y siempre hemos congeniado muy bien.   Han pasado los años, terminé el cole, entré a la universidad pero la relación sigue estando ahí. Ahora se ha casado, ha tenido una niña y cuando nos vemos la conversación es cómoda, cercana, agradable y muy amigable. Me encanta. Además, su marido es estupendo (mi ex-profesor de música). Ya veis, al final todo queda en familia.

La cuestión es que entre cafés, galletas, fotos y demás, se nos fue el santo al cielo y acabé quedándome a dormir. Y qué bien he dormido! Da gusto tener profesores así. 

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