martes, 15 de mayo de 2012

Parecidos.

Y luego dicen que el parecido, no va en los genes. Sin ninguna duda, en mi familia está clarísimamente comprobado que la teoría de los guisantitos de Mendel se cumple a raja tabla. Y no solo en lo físico, sino que hasta la forma que tenemos tan caracteristica de hablar y animar a las personas en momentos críticos, con una entonación francamente broncosa como si quisiéramos ponerle unas pilas infinitas al conejo duracel, nos hace peculiares. Incluso el michelincillo pequeño y gracioso (por decir algo) al que yo llamaría pliegue molón que se nos forma en la parte media de la espalda y que es imposible que desaparezca aunque sigamos la dieta más estricta del mundo, hasta en eso, somos igualitas.

Hay momentos estupendos en los que veo que mi familia mola y mola de verdad. Y es en esos precisos ratitos de tarde primaveral, cuando me doy cuenta de estos parecidos altamente razonables entre mi tía y yo. En realidad me encanta. Me encanta pasar ratos con ellos aunque muchas veces me cueste la vida por la falta de tiempo. Mi tío y mi tía, dignos de una gran serie de televisión. Sin duda, tendrían éxito, seguro. La verdad, el tiempo se para cuando los veo. Me gusta observar lo diferentes que son ellos dos como pareja y lo geniales que están juntos. Se compenetran. Las agudezas e ingeniosidades de mi tío nunca serían lo mismo sin los chillidos de mi tía. Sí, me hace mucha gracia. De hecho, gracia es poca. Mezclar el estrés aparentemente permanente de mi tía con sus consejos y sonrisas y todo con los comentarios tan improvisados y a la vez tan ocurrentes de mi tío, hace que sean muy pero que muy peculiares.  

Gracias por hacerme sonreír en los momentos en que cuento cosas guays, bonitas y molonas pero más aún, GRACIAS en los momentos en que me decido a explicar también lo malo.  ¿Sabéis de esas personas en las que durante varios momentos del día te acuerdas en tu vida diaria? Yo sí. Y una de ellas es mi tía. Yo no se si las leyes de Mendel afectan también a lo psicológico y mental, pero indudablemente y con absoluta seguridad me atrevo a afirmar que hay alelos dominantes que incluso no siendo individuos de primera generación, se manifiestan en su máxima expresión.


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