miércoles, 22 de febrero de 2012

Sorprendentemente emocionante.

Anonadada. Perpleja. Asombrada y sorprendida. Vamos, sin palabras.

Así se quedó Marta en ese instante; un instante, que sin duda, se le hizo eterno. Sí que era cierto que había algo que celebrar, algo que no se volvería a repetir jamás pero nunca hubiera imaginado algo como tal. Ni siquiera parecido. Ni de esa forma. Y lo único que se le ocurría decir era "gracias". Un simple y aparentemente poco valioso gracias. Austero, serio y sencillo. Pero en realidad, ese gracias era mucho más profundo; era un gracias que sonaba muy moderado pero que no pretendía serlo; decía muchas cosas más de las que parecía.

Creo que cuando Marta me contaba la historia, no encontraba las palabras adecuadas para explicarme todo ese cúmulo de sensaciones. Le resultaba muy complicado entender la situación tan sorprendente. Papel de colores, mirada tímida, disimulada y casi sin emoción. Sonrisa y a esperar la reacción. Las sorpresas nunca habían sido su fuerte pero a la vista estaba que cuando decidía hacer una, lo hacia a lo grande.

¿Agradecimiento? ¿Aprecio? ¿Afecto, estima, cariño? Amistad, sin duda.
En múltiples conversaciones con Marta, siempre me dice que más vale un "parece que no, pero sí", que no un "parece que sí, pero no". Mas vale que siempre sea un no, porque cuando es un sí, ese sí, consigue sacar de las casillas y enmudecer a cualquiera.

Y es que para que Marta pueda abandonar esa emoción tontita de niña pequeña, van a tener que pasar muchos días.

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