Anonadada. Perpleja. Asombrada y sorprendida. Vamos, sin palabras.

Creo que cuando Marta me contaba la historia, no encontraba las palabras adecuadas para explicarme todo ese cúmulo de sensaciones. Le resultaba muy complicado entender la situación tan sorprendente. Papel de colores, mirada tímida, disimulada y casi sin emoción. Sonrisa y a esperar la reacción. Las sorpresas nunca habían sido su fuerte pero a la vista estaba que cuando decidía hacer una, lo hacia a lo grande.
¿Agradecimiento? ¿Aprecio? ¿Afecto, estima, cariño? Amistad, sin duda.
En múltiples conversaciones con Marta, siempre me dice que más vale un "parece que no, pero sí", que no un "parece que sí, pero no". Mas vale que siempre sea un no, porque cuando es un sí, ese sí, consigue sacar de las casillas y enmudecer a cualquiera.
Y es que para que Marta pueda abandonar esa emoción tontita de niña pequeña, van a tener que pasar muchos días.
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