domingo, 8 de abril de 2012

Chispeante.

Venga, hablemos de cosas trepidantes, soñemos un rato en momentos de impacto, curioseemos con lo que podría ser y perdámonos entre calles adoquinadas que nos dirijan directamente a la fuente de los cuatro ríos en una de las plazas con las que te topas como si nada, cuando menos te lo esperas. Recuerdo que eso solo me ha ocurrido en la única ciudad del mundo con dos estados. Riámonos, discutamos, critiquemos y guiñémonos un ojo mientras nos tomamos un helado de avellanas. Charlemos, hagamos el friki, hablemos de lo trascendental y de lo que no. Comprobemos que eso, es lo gracioso. Disfrutemos ese instante.

¿Peliculera, Yo? Nah. O sí, quien sabe. No se pierde nada, no?
Me llaman observadora, me tildan de sutil, aguda, astuta, hábil y a veces perspicaz, pero en realidad,  lo único que me gusta es conocer al que tengo en frente. Pasarlo bien. Impregnarme de lo interesante, de lo divertido, de las pequeñeces que son grandes. Cosas que me hagan ser mejor, que me aporten, que me llenen, que me descubran que no por más conocido y predecible, será mejor. De improviso, así, cómo si nada. Siempre digo lo de tirarse a la piscina y vivir lo de aquí y ahora, no? Dejémonos de complicaciones absurdas, no pensemos y consigamos que al recordar aventuras como esa, solo nos venga una palabra a la cabeza. Chispeante.

La agudeza de las grandes aventuras, vivencias que no te esperas; esas cosas que verdaderamente te impactan. Aventuras que te dejan esa sensación de haber aprovechado la ocasión. De haberla vivido al máximo.

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